Llegaban ambos equipos con la temporada aún casi por comenzar y eso se notó en lo físico y en la intensidad, sobre todo durante el primer tiempo. Si el año pasado la Supercopa se marcó en el calendario del Real Madrid por la necesidad que suponía comenzar ganándole un título al Barcelona, esta vez los de Mourinho prefirieron tomárselo con más calma, conscientes de que el equipo ha madurado, de que ya no necesitan demostrar absolutamente nada.
Y con esa premisa empezaron los blancos, jugando con un encuentro que en realidad dura 180 minutos y sabiendo que su momento físico no es el óptimo. No está el equipo para derroches de intensidad, o por lo menos prefiere no entrar en el intercambio de golpes si no es estrictamente necesario. Y de eso contagió al Barça.
Los primeros quince minutos fueron de tanteo, con un Madrid muy bien plantado atrás y que por momentos salía a la contra con mucha intención e inteligencia. Al Barça no le costaba excesivamente tocar, pero era incapaz de romper las dos líneas de camisetas blancas y crear peligro. Su posesión era completamente estéril, en comparación con las carreras y los pases largos de su rival, que si bien no encontraban tampoco destinatario para generar ocasiones, sí daban mayor sensación de peligro.
En esos primeros minutos volvió a ser importante Khedira, que sustituyó a Lass respecto al pasado domingo y que junto con Callejón por un renqueante Di María y el cambio obligado de Pepe por Albiol incomodó mucho a los centrocampistas culés con sus incansables carreras para presionar y tapar huecos.
No obstante, pasado el primer cuarto de hora el Madrid empezó a recular. La posesión del Barça obligaba al equipo a meterse cada vez más atrás y con algo más de espacios el equipo de Vilanova sí comenzó a realizar incursiones con más peligro y a acercarse a Casillas. Aun así, sólo pudo generar tres ocasiones decentes. Dos de ellas las firmó Messi, con sendos disparos dentro del área, uno colocado a la derecha de un Casillas que hizo la estátua y otro cruzado después de encarar a la defensa por el centro. Ninguna de ellas fue a puerta. Sí lo fue un chut más potente de Pedro que desvió el portero. Por contra, Cristiano intentó responder en el área contraria con dos incursiones que casi acaban en remate. En una de ellas, prefirió ceder a Benzema en lugar de meterse hasta la cocina con todo a favor, algo que rara vez suele hacer. Se nota que aún no está a tope físicamente.
En el segundo tiempo Mourinho instó a los suyos a presionar más arriba y parecerse más al Madrid de las últimas visitas al Camp Nou. El equipo incomodó al Barcelona en la salida del balón y empezó a dejar en evidencia a la zaga blaugrana con rápidas combinaciones que hicieron ver que, enmascarados en la posesión, los culés están flojos en defensa cuando se les aprieta. Y en el minuto 55 llegó el primer gol: Saque de esquina de Özil y remate impecable de cabeza de Cristiano Ronaldo adelantándose a los centrales. El 0-1 confirmaba el buen rumbo del plan de contención y dosificamiento trazado por el Madrid.
Sin embargo, la falsa tranquilidad que había dominado el partido se acabó a partir de ese momento, y fue cuando Clos Gómez comenzó a cobrar protagonismo. En la jugada siguiente al gol de Cristiano, un balón largo para Pedro en posición dudosa pilló desprevenido a Coentrao. El lateral se comió el pase y permitió al canario batir por bajo a Casillas con un disparo cruzado y empatar el choque (1-1).
Curiosamente, fue el gol de Cristiano el que reactivó al Barcelona, porque no sólo empató al minuto siguiente, sino que después completó media hora de mucha intensidad en la que sí superó a un Madrid desarbolado. Ya no había orden ni presión, y con espacios enormes entre líneas, Iniesta se hizo dueño y señor del encuentro. En el minuto 69 Clos pitó penalti por derribo del manchego dentro del área a manos de Sergio Ramos. Messi no falló y ejecutó el 2-1. Y en el 77 otra gran jugada de Iniesta entre tres hombres dejó sólo a Xavi gracias a un pase interior del '8' azulgrana para que éste definiera ante Casillas.
3-1 a falta de más de veinte minutos y con un Barça enchufado. El Madrid veía más cerca el cuatro en contra que el segundo a favor pese a que Higuaín (que había entrado sustituyendo a Benzema) y Callejón pudieron encontrar el gol en una doble ocasión que salió de nuevo de las botas de Cristiano. Y en esas Mourinho decidió prescindir de la clase de Özil para intentar aprovechar la velocidad de Di María. Y acertó. Cuando peor pintaban las cosas para los blancos, una cesión peligrosa de Adriano para Valdés provocó la cantada monumental del portero, que se vió presionado por el argentino y acabó perdiendo la pelota. 3-2 y todo en el aire para el próximo miércoles en el Bernabéu.
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