Pedro Riaño Con Johan Cruyff vale todo. Su recuerdo se ha convertido en un producto puro de marketing al que se le puede atribuir cualquier virtud porque siempre casará bien con él. Ahora dice su hijo Jordi que "mi padre echó una mano en el 6-1".
Parece como si el Barça no pudiera caminar sin pedirle permiso al recuerdo de Johan Cruyff, un hombre decisivo en la historia del Barça que, siendo el número uno del mundo, fracasó en sus cinco años como jugador azulgrana (2 títulos sobre 14), y como entrenador perdió mucho más de lo que ganó -nada que ver con Guardiola y Luis Enrique-.
Aunque el recuerdo parezca indicar lo contrario. Pero Johan Cruyff, ya retirado, supo crearse, bien rodeado por especialistas en la materia, una imagen de gurú del barcelonismo que está por encima del bien y del mal. Y todo lo que de bueno le ha sucedido a este club en los últimos años se le atribuye a él. Y lo malo, a los que no siguen sus mandamientos. Él inventó un modelo de juego que curiosamente ya existía en el Barça cuando él llegó. Pero a Rinus Michels nadie le reconocerá nunca la paternidad del asunto.
El recuerdo de Johan Cruyff está siendo utilizado, a un año de su muerte, como arma arrojadiza por los suyos, los que no han digerido que Josep Maria Bartomeu sea el presidente más votado de la historia del Barça, los que no han aceptado su derrota estrepitosa en las últimas elecciones enarbolando la bandera Cruyff. Se han apropiado del recuerdo de Cruyff y, en su interpretación sectaria del Barça, se niegan a compartirlo con los demás.
Rosell alejó a Cruyff del Barça por no entender el destino de las donaciones del FC Barcelona a su Fundación en época de Joan Laporta. Pero Bartomeu retomó la relación, que acabó siendo cordial. Convendría aclarar a quién pertenece el recuerdo de Johan Cruyff. Si es propiedad de sus amigos o del barcelonismo en general. Sus amigos quieren que sea del Barça, pero se niegan a soltarlo.
Laporta no parece dispuesto a compartir a Cruyff que nadie que no sea de los suyos en su nuevo propósito de dividir el Barça como ya hizo hace veinte años. Ahora se trata de repartir carnets de buenos barcelonistas sólo entre los que históricamente cayeron rendidos ante las sentencias cuestionables de Cruyff. Así se ha expresado en las últimas horas:“La memoria de Johan no debería ser nunca de aquellos que le negaron en vida las alabanzas que le hacen, por interés, ahora que no está.
No tendría que ser jamás de aquellos que lavan su mala conciencia comprando parte del legado, con tal de ensuciar y minimizar sus méritos y transcendencia en la historia de nuestro club. No debería de ser nunca de aquellos que le negaron la Medalla de Presidente de Honor”, una medalla, por cierto, a la que renunció él devolviéndola. Nadie se la quitó. Lo más triste es que un año después de su muerte aún se utilice el nombre de Cruyff para generar discordia entre el barcelonismo.
Los nostálgicos del pasado echan de menos las prebendas que disfrutaron durante siete años en el poder. Pero el Barça del presente y del futuro nada tiene que ver con espionajes, tarjetas visa sin fin, viajes injustificados a lo grande, fiestas y comilonas desmesuradas pagadas por el socio o trato de favor para las amiguitas a costa del presupuesto del club. Y es que algunos dicen que son barcelonistas... y no lo son.