El bagaje de Messi es indigno de su historial en el Barça: cuatro partidos y un gol... de penalti.
Es normal que Ronald Koeman se esfuerce en recuperar a Coutinho, en confiar en Griezmann y en probar suerte con Dembélé. El Barça debe reinventarse y formar un equipo alternativo sin Messi. En Getafe el Barça jugó con diez porque Messi no apareció. Antes se borraba en los partidos importantes. Ahora en todos.
Está claro que Messi tiene la cabeza en otro sitio. Muchos barcelonistas echaron de menos que se arremangara en Getafe, como hacía años atrás, y sacara al equipo del atolladero con una acción individual. Pero da la sensación de que ese Messi ya no existe. Quizá fue por eso que puso tanto empeño por largarse este verano antes de que todos descubriéramos la cruda realidad: ya no está para liderar a un equipo ambicioso como el Barça y, desde luego, está mucho menos para cobrar 100 millones de euros al año.
Los números de Messi hablan de su declive. Porque pensar que el problema es de actitud sería todavía mucho más grave. Lo cierto es que los aficionados barcelonistas se están llevando con él una desagradable sorpresa: están "sufriendo" al Messi de Argentina que nunca se vio antes en el Barça.
Se está produciendo un desenganche afición-Messi que lleva a pensar que su presencia en el próximo clásico no sólo no será decisiva sino que puede resultarle nociva al Barça por aquello de jugar con un hombre menos. Una cosa es tener a Messi descansado para que encare pletórico el desborde y otra tenerle descansado de obligaciones defensivas para que siga descansando cuando el Barça ataca.
Koeman lo ha dicho en rueda de prensa con la boca pequeña: "el rendimiento de Messi puede ser mejor", ha dicho finamente, seguramente para no enfuerecer al monstruo. Lo que parece claro es que no puede ser peor. Cuatro partidos y un gol... de penalti. Eso está al alcance de cualquier tuercebotas.
Desde la vuelta de la pandemia el Barça ha jugado 17 partidos con Messi, con sólo 10 victorias y tres derrotas. En esos 17 partidos Messi ha anotado ocho goles. Es decir, menos de medio gol por partido y lejos de esos guarismos que le hicieron grande cuando superaba el gol por partido. En esos 17 partidos, un gol de jugada cada cuatro partidos. El resto, de penalti o falta, sólo sirven para maquillar una estadística mediocre. Mediocre para el mejor de la historia.
Pero Messi no reacciona. Sigue cobrando a final de mes, pero mira hacia otro lado mientras va acumulando fracasos en los que él es protagonista principal. Que si los malabares del presidente, que si la plantilla no da, que si le han quitado a su amigo Suárez... La lista de excusas es larga para justificar un rendimiento penoso.
El tema es tan desesperante que no queda nada a lo que agarrarse, porque en estos primeros cuatro partidos de Koeman Messi no ha llegado a dar una sola asistencia de gol a sus compañeros. Ni eso. El diario As descubre hoy que este año dispara menos, toca menos balones, pasa menos, regatea menos y pierde más duelos individuales. Y no será porque Koeman le coarta su libertad absoluta para moverse por donde quiera y hacer lo que le dé la gana sobre el césped.
La duda es: ¿esto es lo que hay o se puede esperar que este Messi de 33 años recupere el nivel de los 26? Si Messi quiso anticiparse para evitarle al Barça un batacazo que vena venir, fue muy honesto. Lo único que le faltó para redondear su detalle con el club fue permitir que las arcas del FC Barcelona se beneficiaran de su marcha con un traspaso que compensara parte de lo mucho que el club le ha dado. Antes se lo ganaba en el campo. Ahora no.
Y después de ver su nivel en los últimos clásicos, se hace difícil imaginar que pueda resurgir, como si nada, el sábado ante el Real Madrid. Hace ya mucho tiempo que Messi ya no decide nada en los clásicos.