José Manuel Calderón, el jugador del Córdoba que se "cagó en los muertos de todos los catalanes" y, orgulloso, recitó sus sentimientos colgándolos en las redes sociales, ha pedido perdón.
Se supone que alguien con sentido común en su entorno le ha aconsejado que no enturbie más el ambiente y trate de recular desmintiéndose a sí mismo.
El antecedente de Vinicius condena a Calderón
Pero el delito de odio ya está cometido y no puede quedar impune, con el agravante de subirlo a las redes sociales para presumir de él. Su arrepentimiento llega con más de treinta horas de retraso y no le servirá de atenuante si la justicia actúa con él como hizo con los aficionados que insultaron a Vinicius en Mestalla.
También los aficionados del Valencia pidieron perdón, pero la justicia, implacable, dictó sentencia: ocho meses de cárcel y dos años de alejamiento de cualquier recinto deportivo en el que se disputen partidos de LaLiga o de la RFEF. Su carrera deportiva podría sufrir un parón de dos años si la justicia emplea con él la misma mano dura que empleó con los aficionados del Valencia que insultaron a Vinicius.
Además, no se trata de un insulto particular, sino que es extensivo a todo el colectivo de ocho millones de catalanes entre los que se encuentran 100.000 cordobeses que viven y trabajan en Cataluña. Se supone que la pena en este caso debería ser mayor. Y Calderón no es un aficionado, es un protagonista del juego que debe dar ejemplo con su comportamiento.
La jurisprudencia juega en contra de Calderón
Es el momento de comprobar cómo se aplica el peso de la ley en el fútbol cuando no está Vinicius por medio. ¿O es menos ofensivo lo que dijo José Manuel Calderón que lo que escuchó Vinicius en Mestalla?
Calderón dijo textualmente: "Me cago en los muertos de todos los catalanes". Y lo colgó en sus redes sociales para que todo el mundo se entere.
Las disculpas llegan tarde y su delito de odio está ahí para que los jueces actúen de acuerdo con la jurisprudencia que ya existe sobre este tema en el ámbito del fútbol.
Los malos ejemplos deben cortarse de raíz para que no se extiendan y se conviertan en normales. Y José Manuel Calderón es un mal ejemplo.