Vinícius Jr encajó muy mal su derrota en el Balón de Oro. Y su presidente todavía peor. Tanto el futbolista como Florentino Pérez daban por supuesto que el triunfo estaba asegurado.
Vinícius se lo ganó a pulso sobre el césped, ganando partidos, logrando títulos y desbordando a sus rivales con goles y asistencias. Estaba seguro de que el trofeo no se le podía escapar.
La estrella brasileña del Real Madrid tiene un talento innato para el fútbol que puede causar admiración, pero difícilmente logrará cariño cuando acompaña su juego con adornos tóxicos que le penalizan.
Vinícius no cae bien a nadie. Solo a los de su equipo
Nadie le ha robado el Balón de Oro. Si Vinícius no lo ha ganado es porque no cae bien a nadie, salvo a los seguidores incondicionales de su equipo dispuestos a consentírselo todo.
Pero Vinícius no es un ejemplo de deportividad, ni de profesionalidad. No puede ser un espejo para los niños.
Siempre peleado con los rivales, siempre gesticulando y burlándose del prójimo, siempre protestando al árbitro, siempre encarándose con las aficiones contrarias.
Se hace difícil colaborar en la coronación de un jugador a lo más alto del fútbol mundial con esas "virtudes". Y eso es lo que ha pasado.
Lamentable Vinícius en el Real Madrid-Milan
En su último partido en el Bernabéu ante el Milan llamó "loco" al árbitro con un gesto. Y simuló un penalti de vergüenza ajena impropio e indigno de alguien que va por la vida convencido de que es el mejor del mundo.
Vinícius aún no se ha enterado de que en el campo hay 25 cámaras que lo captan todo. Y desde todos los ángulos.
Querer engañar al árbitro, y a todos, tampoco suma en el Balón de Oro. Y él lo hace mucho.
El Balón de Oro no premia a los tramposos ni a los maleducados. Y para ganarlo hace falta algo más que talento, goles y títulos: comportamiento deportivo.
Gestos como los que ofreció al mundo durante el Real Madrid-Milan le penalizan y le restan todo lo que ha sumado jugando a fútbol. Y eso no es un problema de racismo. Solo de educación.