Mauricio Pochettino tiene las horas contadas en el PSG. El equipo no rinde ni en Francia ni en Europa lo que se esperaba de él, y las estrellas no sintonizan con su onda. Especialmente Leo Messi. Su entorno más próximo echa pestes contra su compatriota y no descansará hasta echarle. Zidane espera su momento.
Las cifras de Messi con el PSG no pueden ser más pobres. Está a punto de consumar su primera vuelta más mediocre de su carrera: apenas un gol en 17 partidos. Y en París llueven los palos contra Messi. No es el megacrack que esperaban. El Messi del Barça no aparece por ningún lado.
Y en esta colección de cromos que es el PSG no acaban de entender que el Messi del Barça tenía a diez jugadores moviéndose de acuerdo a sus intereses, buscándole y sacando lo mejor de su repertorio. Ese Messi no existe en París porque el equipo no está estructurado para que el crack argentino dé lo mejor de sí mismo. Cada uno hace la guerra por su cuenta, existen demasiados egos... y Messi hace lo que puede.
Destellos de talento, que eso nunca lo perderá, y poco más. Messi, a sus 34 años, ha perdido velocidad y frescura, pero el talento lo tiene intacto. Sólo hace falta sacarle partido. Y no saben. Messi juega encorsetado en un sistema de juego que no es el suyo. El fútbol del PSG de Pochettino se basa en el pase largo buscando a Mbappé. Y Messi no sabe jugar a eso.
La liga francesa es de chiste y el PSG la ganará con Messi o sin Messi. Pero en la Champions League el Manchester City ya le ha dado un serio aviso y las dudas crecen en torno a la gran exigencia que llega desde Qatar, que pasa por la Champions League sí o sí.
La prensa francesa, especialmente la más afín al PSG, está destrozando a Messi desde que ha ganado el Balón de Oro. Sus partidos ante Niza y Lens han decepcionado a todos. Y Messi no llega al aprobado en sus calificaciones. Y Messi empieza a ponerse nervioso. Messi y su entorno, que no aprueban los métodos tácticos de Pochettino, que conducen a Messi al fracaso, ni el descontrol que existe en la plantilla, en donde los jugadores de van de juerga sin que nadie se atreva a llamarles al orden.
Los Messi están viviendo una situación excepcional en la carrera de Leo. Juega en un equipo en el que el referente no es él. En el PSG la "virgen" que aparece para resolver la papeleta no es Messi sino Mbappé. Y se han hartado. Ya han empezado las presiones para que se produzca un cambio en el banquillo. Las presiones llegan de todas partes, y también de la zona Messi. Y Pochettino acabará saltando para que Zinedine Zidane ocupe su lugar.
Messi ve con buenos ojos al exentrenador del Real Madrid y confía en que su gusto por el fútbol permita reorganizar un PSG en el que él está condenado al fracaso. Sólo hace falta un resultado decepcionante para que la chispa prenda fuego y el proyecto Pochettino salte por los aires.
Pochettino es consciente de su situación, sabe que van a por él y pone buena cara. Lo contrario sería tanto como asumir su fracaso: “Me siento bien, tranquilo. Estamos en el buen camino. Por más que vengan tormentas pondremos el paraguas porque después seguro que saldrá el sol”.
Y ha negado que los futbolistas pretendan hacerle la cama, algo que ya está en la calle: “Me siento respaldado por mis futbolistas y por la estructura. El PSG es una luz que brilla muy fuerte y es normal que no todo sean halagos en este club. Lo entiendo y lo respeto. De todos modos el ruido que hay alrededor es consecuencia de estar donde estoy”, ha dicho.
Pochettino sabe por dónde pasa la solución: “Tiene que haber un crecimiento en el juego y paralelamente una conexión entre los futbolistas en el vestuario. Hay altibajos. Y también hay que desarrollar más la idea y entendernos entre todos, pero queremos que los aficionados disfruten”.
Ese es el problema: conectar a sus estrellas para que se entiendan entre ellas. De momento, pese a compartir nacionalidad, no ha conseguido conectar a Messi. Y tampoco que sus compañeros se entiendan con él.
Es la crónica de una muerte anunciada.