Joan Laporta no encuentra patrocinador para la camiseta para suplir a Rakuten, que se va por piernas del Camp Nou. Tampoco encuentra un socio para ponerle nombre al Camp Nou. No entran ingresos y el despilfarro de los gastos no cesa. Ahora hay que sumar 5 millones para comprar a Xavi y 12 millones para echar a Koeman.
En total, el Barça se ha gastado, o se va a gastar, 32 millones en entrenadores en los tres últimos años. 11 para despedir a Ernesto Valverde, 4 para echar a Quique Setién, 12 para liquidar a Koeman y 5 para comprar a Xavi, que en principio pagarán a medias con el compromiso de devolverle al técnico en el futuro la cantidad adelantada.
Lejos de acabar con la línea de despilfarro marcada por Bartomeu, Laporta se ha abonado a ella y con su purga en los banquillos y los despachos, para colocar a primas, hermanas y amigos y amigas, mientras finiquitaba a los despedidos, los gastos se han multiplicado y los nuevos ingresos no aparecen por ningún lado.
Además, con Laporta el Camp Nou se ha vaciado. No ha sabido recuperar a los abonados que se encuentran en excedencia y ha inutilizado el invento del Seient Lliure para toda la temporada. El Barça está condenado a anclarse en los ingresos, porque la actual directiva no sabe generar nuevas entradas, y los gastos se disparan.
Además, ahora se le presenta a Laporta un problema añadido. Tiene que renovar el aval de 124 millones. La Liga se ha pronunciado al respecto y ha roto las esperanzas de Laporta de ver disminuido el montante de la cantidad a avalar. Será la misma. Y el presidente ya sabe que Jaume Roures se baja del barco y que tendrá que cubrir sus 30 millones con alguien de fuera, porque los miembros de la actual junta no dan ni para avalar la mitad de esa cantidad.
Y entrarán en la junta nuevos directivos que no han sido elegidos por los socios para controlar lo que se hace con su dinero, pensando más en el banco que en el campo. Fruto de esta política fueron las salidas de Messi y Griezmann del club. Los avalistas no estaban dispuestos a poner en riesgo sus avales y optaron por la vía más sencilla: desembarazarse de los futbolistas más caros.
A Laporta ni siquiera le queda el consuelo de que el equipo de fútbol levante los ánimos del club y permita mirar el futuro con esperanza. Se entiende que en el último partido de LaLiga el aforo del Camp Nou no llegara ni a los 40.000 espectadores. Este es el gran problema. Laporta ha conseguido que el desencanto se apodere del barcelonismo.
Cuando Laporta accedió a la presidencia en marzo de la temporada pasada, el equipo de Koeman estaba protagonizando una remontada espectacular con 15 victorias en los últimos 17 partidos disputados. Pero algo pasó en cuanto llegó el actual presidente que, con LaLiga a mano y después de remontarle doce puntos al Atlético de Madrid, el equipo tiró el título lamentablemente con tropiezos ante el Granada y Cádiz y empatando en casa ante el Atlético de Madrid un partido que daba LaLiga. Todo eso sucedió con Laporta ya en la presidencia.
Este no es el Barça triomfant que prometió Laporta en las elecciones.