Capítulo 74 del libro "El lado Oscuro de Laporta", de Pedro Riaño, en el que repasamos todos los detalles del primer mandato de Joan Laporta como presidente del Barça para entender su comportamiento en la actualidad. En este caso recordamos al cuñadísimo Alejandro Echevarría, un franquista patrono de la Fundación Francisco Franco dentro de una junta de marcado cariz independentista. Con Laporta era posible la cuadratura del círculo.
“Alejandro Echevarría ha sido una persona que se ha jugado el cuello por el Barcelona y toda la junta le apoya por ello. Se trata del primer caso en el que un directivo es cuestionado y salen los jugadores a defenderle”. Y ya era triste tener que recurrir a ellos involucrándoles en el conflicto para defender la continuidad del cuñado. Decía Laporta que “la Catalunya que queremos de cara a un futuro es la que supere los enfrentamientos y que no esté permanentemente instalada en las disputas”. No lo diría por su época de “guerrillero” al frente del Elefant Blau. Paradójica conclusión en boca de un hombre que se abrió camino en la vida del club a base de abrir enfrentamientos y azuzar las disputas. Y hasta se atrevió a afirmar que Josep Sunyol, antecesor suyo fusilado por el franquismo, “hubiese estado a nuestro lado en esta disputa, porque él defendía a tolerancia y la convivencia”. Cuesta imaginarlo, pero así lo había decidido Laporta unánimemente consigo mismo.
Preguntado sobre cómo habría reaccionado el Elefant Blau ante una situación como ésta, Laporta respondió sin sonrojarse: “En el Elefant Blau siempre estuvimos a favor del barcelonismo y de la democracia y antes de hacer nada hubiésemos pensado que lo primero era el Barcelona, y ante este hecho hubiésemos actuado a favor del club y de la tolerancia”. Asombroso ejercicio de cinismo. A un presidente que nunca dio pie a la identificación del club con ninguna tendencia política miembros del Elefant le tildaron de “Hitler, Pinochet, fascista, dictador, borracho y tirano”. ¿Se pueden utilizar estos calificativos y después pretender imponer la conveniencia de que un patrono de la Fundación Nacional Francisco Franco gobierne el Barça en aras de la democracia y a favor del club y la tolerancia? ¿A quién quería engañar Laporta? Sólo los desmemoriados podían dar como buenas sus palabras. ¿A favor de qué tolerancia trabajaba el Elefant Blau de Laporta? ¿La tolerancia de vamos a ponernos nosotros para quitar a los que están cueste lo que cueste? Para el Elefant Blau el Barça nunca fue lo primero. De lo contrario habría aceptado, por ejemplo, el democrático y abrumador resultado de unas elecciones democráticas en lugar de impulsar una moción de censura apenas unos meses después de la derrota electoral con el correspondiente desgaste para el club. Laporta estaba firmemente convencido de que el barcelonismo carece de memoria y se le puede intoxicar siempre con buenas palabras. Pero no bastaba con llenarse la boca con conceptos vacíos como democracia, tolerancia o solidaridad que sólo tienen sentido si se demuestran en el día a día. Y la teoría de Laporta, desgraciadamente, tuvo poco de real en la práctica.
Laporta admitía además su pecado por “no haber contrastado suficientemente su adscripción a la Fundación Francisco Franco”. Si no era capaz de contrastar la vida de su cuñado, ¿podrían los socios confiar en él cuando se tratara de contrastar la firma de grandes contratos, como el de Mediapro en el que aparecía Johan Cruyff de forma misteriosa, o la justificación de sus constantes y poco transparentes viajes o las oscuras negociaciones ocultas bajo sospechosas cláusulas de confidencialidad?
Luego confesaría que se cuñado se debió implicar en el patronato franquista “porque vivía una época difícil”. Podía haber empezado por ahí en lugar de engañar a los socios con aquello de “ni ha sido, ni es ni será”. Habría resultado también más honesto que se hubiera presentado a las elecciones de la mano de su cuñado y admitiendo que un día se afilió al franquismo porque “vivía una época difícil”. Habría sido más honesto, pero menos rentable para su objetivo de encaramarse a la cima del poder blaugrana. De cualquier forma, cuesta entender que Josep Sunyol pudiera dar su aprobación a la incorporación a la junta de su club de alguien que es capaz de sintonizar con el franquismo que le asesinó porque “vive una época difícil”.
Laporta volvió a insistir en que, aunque se hubiera dado de alta en el patronato de la Fundación Nacional Francisco Franco, su cuñado “no es franquista”, que traducido al lenguaje culé vendría a ser algo así como “es socio del Barcelona, pero no es barcelonista”. Por tanto, “nunca vino a menoscabar el proyecto catalanista de esta directiva que encabezo (…) No actúa como tal, es una persona tolerante, que respeta las opiniones de los demás y que no es el típico franquista”. Bueno, ya sabíamos algo más. No era el típico franquista. Era entonces un franquista atípico. O quizá un no franquista atípico si hemos de hacer caso al presidente, al de “no ha sido, ni es ni será”. Debemos, sin embargo, estarle agradecido ya que, no siendo el típico franquista, fue tolerante y respetó las decisiones de los demás. Después de oírle, uno podía pensar que el club estaba a salvo de cualquier tentación de alzamiento nacional. En este punto De Val se preguntaba: “Si no se puede decir que un miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco es franquista, no sé quién lo será”.
Eso sí, el de su cuñado era un franquismo diferente, simpático, cariñoso, de buen rollo: “Su pensamiento es perfectamente asumible por la mayoría de los catalanes. Él ha hecho muchas cosas por Catalunya. Tiene 40 años, cuando murió el dictador él tenía diez años y con esta edad no se puede ser franquista”.
Franquista no se puede ser. En todo caso lo que sí es posible es financiar la imagen y la obra del dictador a través de una fundación repleta de apellidos íntimamente ligados al fascismo. Y si lo que Laporta pretendía expresar es que su afiliación respondía a una “locura de juventud”, razón de más para dudar de él, por muy experto que fuera en materia de seguridad.
En este punto, matizaba Santi Giménez en Sport: “Este argumento también tuvo que ser corregido ya que alguien le recordó que aún existen nazis a pesar de que Adolf Hitler esté muerto hace muchos años”. “Estoy seguro de que él también piensa que se ha equivocado. Ya se borró y lo va a demostrar”. Lo demostró dos años después, cuando se dio de baja. Laporta no presentó ningún papel, pero garantizó que “se le da un margen para que la situación quede más aclarada (…) Me lo creo con independencia de los papeles del Ministerio de Cultura, de la Fundación y de donde sea. A veces se hace un documento de compraventa y no se registra. Él está haciendo gestiones para arreglarlo”. El socio habría agradecido conocer el resultado de esas gestiones. ¿Quizá no han visto la luz porque también están sujetas a una cláusula de confidencialidad? Nunca como hasta entonces el club había vivido por una etapa presidida por semejante grado de oscurantismo.
“Él se hizo patrono por un punto de frivolidad por circunstancias familiares. No discriminaremos a nadie en la junta por su pensamiento. Nosotros no hacemos política, hacemos país”. ¿Un punto de frivolidad? ¿La frivolidad no sería jugar con fuego colocando al cuñado en la junta sabiendo lo que había detrás? ¿Frivolidad o inconsciencia? ¿Y eso de hacer país en qué consistía? ¿En pelearse con el Espanyol, el Nástic, la Rapitenca, la Santboiana o el Terrassa? ¿En llevar a las estrellas del primer equipo al extranjero para realizar el stage de pretemporada porque en Catalunya no existe un lugar adecuado? ¿En fundar fuera de Catalunya las escuelas de fútbol que no se fomentaban en casa? ¿O era simplemente una manera de denominar a la política con otro nombre?
Al margen del “le creo, le disculpo y no quiero que dimita”, Laporta tuvo que recurrir a la teoría de la conspiración, una táctica que suele ofrecer excelentes resultados y que empleó en repetidas ocasiones para salir del paso de situaciones comprometidas: “Esta campaña responde a un intento de desacreditar mi figura y la de la directiva, algo que no es nuevo”. De lo que no habló es de la campaña para acreditar su figura, “algo que no era nuevo”, basada en mentir al socio ocultándole la verdad en el tema de su cuñado ya desde las mismas elecciones. De campañas él sabía mucho. Aún se recordaba aquella que pretendía convencer al mundo sin base alguna de la catastrófica idea de que Núñez terminaría convirtiendo el club en una sociedad anónima que acabaría en manos de Lorenzo Sanz y Jesús Gil. Pura ciencia ficción.
Lluís De Val, el socio que abrió la caja de los truenos presentando la documentación que Laporta había reclamado en la asamblea de forma chulesca, valoró la declaración del presidente considerando que “Laporta no aportó ningún documento nuevo ni ha solucionado el problema. Mi postura no cambia pues tras las medias verdades siguen mintiendo. Laporta también mintió a los socios en dos Asambleas”. Sobre el desarrollo de la comparecencia dijo: “El presidente hizo ayer un ejercicio de funambulismo dialéctico. Nos pide un acto de fe en Echevarría después de estas medias verdades. Es algo increíble, es tomar por tonto al socio del Barça una vez más”.
De Val aseguraba en el programa La Banda, de La 2, que “Echevarría sigue en la Fundación Francisco Franco, porque la única manera de salir es formalizando ante notario la baja correspondiente. Y Echevarría no lo ha hecho”.
“Laporta no convenció”, resumía Francesc J. Gimeno en Sport. “Sólo hay que echar un vistazo a los resultados de un par de encuestas que la página web de SPORT planteó ayer. La unanimidad era casi total, ya que tres de cada cuatro seguidores aseguraban que no le habían convencido las explicaciones dadas por Laporta, mientras que un 26% las consideraba suficientes.
Además de no mostrarse satisfechos, los aficionados coincidieron también a la hora de reclamar la dimisión del principal protagonista de la polémica. A la pregunta de si debería dimitir Echevarría, el 70% de los internautas respondieron afirmativamente, mientras que sólo tres de cada diez consultados apostaron por su continuidad. A juicio de los barcelonistas, sus explicaciones no habían sido suficientes y, además, la mayoría consideraba que la polémica debería cerrarse con la dimisión de Echevarría”.
El presidente seguía defendiendo que “sólo una minoría de socios” deseaba que Echevarria dimitiera. Era el resultado de su distanciamiento de la realidad. El presidente vivía en una nube rodeado de aduladores que rendían culto y pleitesía a su figura y le impedían conectarse con el mundo real. Éste era un claro ejemplo.
France Press y Associated Press se hacían eco de la polémica en clave blaugrana. La agencia francesa titulaba su crónica: “Laporta mantiene en su puesto a un presunto franquista” tras la rueda de prensa de la mañana e informaba de que “el presidente es conocido por sus aspiraciones nacionalistas catalanas, lo opuesto de lo que representaba el dictador Franco”. La agencia norteamericana titulaba: “El presidente del Barcelona mantiene la fe en el directivo acosado” y añadía: “Ha dicho que no aceptaba la dimisión de un directivo que tenía lazos de unión con una asociación dedicada a la memoria del dictador Francisco Franco”. El Barça mediático de Laporta era tema de conversación en medio mundo.
Editorial de El Periódico el 25 de agosto de 2006: “Un Franco menys”, refiriéndose a la retirada de la estatua del general Franco de la entrada principal de la Academia Militar de Zaragoza: “Lo que hace el Gobierno con medidas como ésta es reparar los agravios de la historia y retirar los últimos vestigios de la miseria moral que distinguió al franquismo: incluyendo el culto a la personalidad”.
“Resultaba anacrónico que los futuros oficiales de un Ejército moderno, comprometido en misiones de paz y en la defensa de la democracia, siguieran viviendo su formación académica bajo la sombra del dictador. Lo que él representó es justamente lo contrario de lo que se espera de las Fuerzas Armadas”. Por lo visto, la presencia de Franco resultaba anacrónica en el Ejército, pero no en el FC Barcelona.
En las páginas de El Periódico podía leerse también la queja de Dolors Padrós, socia 98.981: “Echevarria es su cuñado, no el nuestro, en la junta no pueden haber franquistas”. Y Vicenç Serrat, en El Crack 10, extraía sus conclusiones: “A Laporta sólo le interesa él y después otra vez él. El Barça le importa un pimiento. La rueda de prensa de ayer fue el acto más patético en los más de 100 años de la historia del club porque resultó ser de una indignidad abominable… Provocaba arcadas ver cómo Laporta trataba de justificar la militancia franquista de su cuñado-directivo…Y ahí sigue, dirigiendo el club uno que se deja engañar por su cuñado directivo –si es que la verdad es esa- después de traicionar los principios más sagrados del club que preside, como es ser la bandera de un país que durante 40 años luchó contra Franco”.
Decía Laporta que “Echevarría se ha dedicado a resolver los problemas de los demás con altruismo y dignidad”. Y generosidad y desinterés y nobleza y decoro y modestia y decencia...¿Y qué? Mucha ascendencia sobre algunos futbolistas y su mejor amigo, Samuel Eto´o, era capaz de desestabilizar y dinamitar el vestuario cuando el equipo se aprestaba a decidir su suerte en la Liga, la Copa y la Champions League, con unas declaraciones que obedecían más a una sobredosis de calentura dirigida que a una reflexión racional. ¿De qué le sirvió al club que Eto´o no se atreviera a dar un paso sin consultar antes a Alejandro Echevarría, “el todopoderoso”? Sobre el silencio de su cuñado explicaba Laporta que ”tendrá sus motivos para no responder. Nosotros no podemos obligar a nadie a tener el mejor estado de ánimo”. Sin embargo, los socios que votaron su candidatura transparente sí esperaban las aclaraciones de su directivo.
El nacionalismo amigo acudió en ayuda de Laporta. El portavoz convergente, David Madí, declaraba en La Vanguardia el 22 de octubre: “Echevarría ha hecho muchos servicios discretos al nacionalismo desde hace muchos años”. Meses después Laporta le devolvería el favor prestando su imagen a Artur Mas en la polémica fotografía de la campaña electoral de 2006. Para eso están los amigos, para apoyarse en los momentos difíciles.
Guillem Martinez exponía en El País al día siguiente su punto de vista: “Si bien todas las personas, hasta que dejan de serlo, son respetables, no se puede alegar que todas las ideologías lo sean”.
¿Sería por eso que los Boixos Nois llenaron los alrededores del Camp Nou de pegatinas con la siguiente leyenda: “Tolerancia cero con la mentira, la represión y el franquismo. Laporta dimisión”?
El Camp Nou vivió un auténtico plebiscito en la primera oportunidad que se le presentó. El socio tenía ganas de manifestarse y durante el Barça-Osasuna se oyeron gritos de “Laporta, mentiroso” y pudieron leerse pancartas con curiosos contenidos: “Laporta= Figo” o “Te retiro mi voto”, acompañando el numero de asociado o “Constanza, déjale irse”. Laporta debió pensar que tanto los gritos como las pancartas obedecían a la intolerancia de cuatro resentidos, porque era imposible que alguien en su sano juicio pudiera censurar cualquier aspecto de su gestión.
Dagoberto Escorcia, en La Vanguardia, valoraba así la situación: “Seguramente también había un puñado de aficionados que deseaban un resultado adverso ante Osasuna para continuar con el alboroto, armando el bullicio, avivando el fuego, instigando al inconformismo constante”. Le faltó añadir “al más puro estilo Laporta”.
Por su parte, Emilio Pérez de Rozas no ocultaba en El Periódico su malestar porque: “El presidente, por si acaso, invitó ayer al palco a JJ, uno de los subdirectores del único diario que más y mejor ha ocultado el caso de su cuñado, pensando que podría volver a necesitarle en el futuro. Puede que en el descanso le agradeciera los servicios prestados, gesto que hizo que se perdiera el primer gol de Eto´o”. Se refería a Jordi Juan, entonces subdirector de La Vanguardia que luego acabaría trabajando para Soriano en Spanair.
“Lo de Echevarría es una mancha negra”, abundaba el historiador y ex directivo Jaume Sobrequés en RAC-1 el 3 de noviembre. “Para mí era un escándalo bastante considerable que estuviera en la junta. Es una de las manchas negras que tendrá la junta de Laporta y de lo que la gente se acordará toda la vida”. Sobrequés no creía que Laporta desconociera que su cuñado era patrono de la FNFF. “Si Echevarría entró después en la junta fue porque ya se sabía que llevaba mierda en la ‘espardenya’. Es inimaginable que una persona no sepa de qué pie calza su cuñado, más con la buena relación que creo que tienen”. Ni el Elefant Blau habría hablado más claro.
Mientras en el Barça Laporta y sus directivos mostraban su manga ancha en cuestiones de tolerancia política, Miquel Iceta, portavoz del PSC, recordaba el escandaloso pasado falangista de José Maria Aznar cuando tenía 16 años, algo intolerable, al parecer, y todo un borrón en el marco democrático político catalán y español. La vara de medir en política, que criminaliza cualquier tipo de relación con el franquismo, era sin duda mucho más severa que la del Barça, en donde todo podía perdonarse y justificarse si uno era familiar directo del presidente y además hacía bien su trabajo.
El 29 de octubre Sport informaba sobre el futuro de las vacantes dejadas por el cuñado del presidente: “La función de la Oficina de Atención al Jugador sigue vacante”. “Estamos esperando una propuesta de Txiki Begiristain sobre quién debe ocupar esta plaza y en próximas juntas evaluaremos cómo cubrirla”, aseguraba Cambra. Era tan relevante la función a desarrollar que la junta dejaba en manos de un empleado la decisión del relevo. Respecto a la otra responsabilidad, la de la seguridad, la junta nombró a Alfons Castro para dicha misión en una reunión celebrada en el comedor del abuelo del presidente en La Jonquera a la que el interesado ni se tomó la molestia de asistir.