Capítulo 73 del libro "El lado Oscuro de Laporta", de Pedro Riaño, en el que repasamos todos los detalles del primer mandato de Joan Laporta como presidente del Barça para entender su comportamiento en la actualidad. En este caso recordamos al cuñadísimo Alejandro Echevarría, un franquista patrono de la Fundación Francisco Franco dentro de una junta de marcado cariz independentista. Con Laporta era posible la cuadratura del círculo.
David Salinas, enviado especial de Sport en Atenas, ampliaba la intachable hoja de servicios del cuñado: “Alejandro Echevarría continuó ayer con sus funciones como representante blaugrana y participó junto al delegado del equipo, Carles Naval, en la reunión que la UEFA realiza siempre previa al encuentro”. Una muestra más de que el directivo de la seguridad y de la atención del jugador servía para todo. Por ejemplo, para relacionarse con la UEFA y con quien hiciera falta.
Y mientras la expedición del Barcelona regresaba de Atenas, en la ciudad condal el personal empezaba a movilizarse sin necesidad de que nadie dirigiera las operaciones. Santi Giménez titulaba así su información en Sport: “Los opositores a Echevarría piden llevar banderas catalanas al campo” bajo el lema de “Fora feixistes del Camp Nou” (…) Muy a pesar de las intenciones de la junta, todo apunta a que el Camp Nou vivirá el sábado un referéndum (…) El entorno del Barça se mueve respecto al ‘pollo’ organizado con la continuidad de Alejandro Echevarría en la junta (…) Seguramente, la ‘inteligentsia’ del club ha trabajado con denuedo para que en el próximo partido, ante Osasuna, el aficionado barcelonista se centre exclusivamente en animar a su equipo. No obstante, el ruido de fondo que llega procedente de una parte del entorno barcelonista apunta a que el Camp Nou vivirá este sábado un referéndum. Las nuevas tecnologías que utilizan los mensajes de teléfono móvil y la red de Internet para pasar mensajes van cargadas de consignas para que el público exprese su rechazo a la continuidad de Alejandro Echevarría en la junta. “Fora feixistes del Camp Nou! Echevarría dimissió! Dissabte 22 d’octubre portem senyeres al Camp Nou i cridem ben fort ¡fora franquistes!”.
“La idea de este sector de socios que no está conforme con la continuidad de Alejandro Echevarría es la de inundar el Camp Nou de banderas catalanas y la de acentuar la catalanidad del club (…) Los mensajes no sólo circulan por Internet. Al más puro estilo 13-M, los teléfonos móviles se están convirtiendo en una herramienta de cohesión social bajo el colofón del inefable “pásalo (…) En muchos celulares de socios del Barcelona apareció ayer por la tarde este mensaje: “¿Estás dispuesto a que te mientan constantemente? Sábado 22 de octubre, cuando aparezca el presidente Laporta, manifiéstate pidiendo su dimisión. ¡Pásalo!”. Banderas catalanas contra el presidente… ¡Qué mal estaba el Barça!
Y mientras el mensaje iba pasando de mano en mano, Joan Gaspart se posicionaba en El País en el bando de su nuevo amigo Laporta: “No creo que Echevarría tenga que dimitir como directivo. Laporta no ha mentido y yo le creo. Este es un asunto de credibilidad”. ¿Abrazo del oso o sinceridad made in Gaspart? Dios los crio y ellos se juntaron.
Ese día Lluis De Val denunciaba en El Rondo de La 2 que había recibido amenazas intimidatorias de grupos fascistas. Y El Periódico publicaba una carta de Daniel Cruz, de Barcelona: “Ahora nos encontramos con que un defensor y propagador de la ideología de Franco (fascismo, supresión de libertades individuales y abolición de las instituciones catalanas) es miembro de la junta. Me considero catalanista (término que Laporta ha reducido a poner la senyera en la camiseta) y socio blaugrana hasta la medula, y creo que todo el mundo es libre de pensamiento y credo, pero que la idiosincrasia franquista de Echevarria no es pertinente para nuestro club”.
El 20 de octubre Sport se sumaba a las tesis de Perrín apelando a la esperanza de que el presidente “presentará papeles inéditos de la Fundación Francisco Franco a favor de Echevarria”. Pero un Confidencial sin firma del diario dirigido entonces por Josep Prats lanzaba un serio aviso al presidente: “Laporta tiene a su alrededor gente que le quiere, que le respeta y que le apoya. Gente profesional, con criterio, inteligente y preparada para ofrecer los mejores consejos. Pero el presidente no les hace caso. Ya hace tiempo que Laporta se ha encerrado en su círculo vicioso y sólo escucha lo que quiere escuchar. Por eso está cometiendo tantos errores y su imagen pública empieza a resentirse a marchas forzadas (…) Laporta sólo confía ahora en unos pocos. Algunos, recién llegados de la mano del propio Echevarría, para construir estrategias que no llevan a ningún sitio. Entre ellos se encuentra un ex jefe de protocolo de Jordi Pujol. El máximo dirigente azulgrana ha permitido que su cuñado asuma más poder del que se merece (…) Su buena labor como directivo no debe empañar una realidad: Laporta ha mentido a la asamblea de compromisarios para salvarle la cabeza, aunque fuera de forma inconsciente (…) Laporta está convencido de que en la rueda de prensa de hoy su habilidad en el cara a cara le permitirá ganar esta batalla (…) Laporta no se merece tener que soportar este mal trago. Tenía que haber hecho caso a los que saben de qué va esto”. Sport se refería a Jordi Badía, ninguneado como director de comunicación en este caso en favor de Xavier Roig y Toni Rodríguez, personal externo del club.
Josep Maria Casanovas, a diferencia de Toni Frieros, sí pensaba que el tema era de colosal magnitud: “Que nadie se crea que éste es un tema menor, porque es de alta sensibilidad en Catalunya, donde se respetan todas las ideologías menos las que no son democráticas (…) Muchos catalanes pagaron cara la represión y algunos, como un presidente del Barça, Josep Sunyol, incluso con su vida (…) Laporta debe saber que está en juego su credibilidad y eso es más importante que defender una ligazón familiar (…) Hay varios directivos de marcado cariz catalanista que se sienten incómodos ante esta situación. Si Echevarría no se va a casa, se irán ellos”. En este último punto Casanovas no valoró el apego que esos directivos le tenían al poder.
Ese día El Periódico publicaba una carta de Enrique Silvestre, de L´Hospitalet, que lanzaba una pregunta al aire: “¿Se imaginan un directivo de la FFF en la Real Sociedad o el Athletic? Creo que Laporta ha perdido el seny”. Perdido o no, El País convenía en que “la crisis ha convertido a Laporta en más vulnerable y menos creíble”.
Y en el Crack 10 Máxim Rebotat denunciaba que “lo que duele es que abierta y hasta airadamente se haya negado algo tan obvio. O que se haya señalado ese catalanismo como valor obligatorio cuando algunos carecen de él”. A todo eso, el Consell de Notables, formado por amigos del presidente con pinta de club de fans, mudo. Igual que el Sindic del soci. Al socio se le podía engañar, pero no defender.
"Por favor, no engañéis más" clamaba Domènec Garcia en e-noticies.com: "De la comparecencia de hoy de Laporta sólo hay que esperar un par de cosas. Primero, que no sea bananera como la de Echevarría, que no admitió preguntas ni dejó examinar a los periodistas la documentación que aportó; segunda, que si quieren dar la vuelta a la tortilla, que no falten más a la verdad. Si los cuñados más famosos del barcelonismo han dicho mentiras, que lo reconozcan y pidan perdón. No es necesario que enreden más la madeja y busquen más "Morales al rescate" para tapar lo que no se puede tapar o negar lo que es claro y evidente, como son los datos demoledores aportados por el ex directivo Lluís De Val. El problema de Laporta, pienso, es que eso de anclarse en la mentira no le ha ido tan mal, ya que con esta bandera ha logrado muchos objetivos: aburrir y echar a Núñez, ganar las elecciones (Beckham), colocar al cuñado en la directiva, olvidarse de la transparencia en la gestión y, hace poco, no tener que avalar (gracias a la venta de patrimonio), entre otras mentiras no menos gruesas. Una cura de humildad no le vendría mal a un presidente que incluso ha cometido la indignidad de bajarse los pantalones en público porque creía que su soberbia y mal entendida dignidad estaban en peligro”.
Con esta cantinela repetida con machacona insistencia trató Laporta de liquidar el conflicto, asesorado por su gabinete de crisis, en la rueda de prensa más desagradable de su mandato, dado que a diferencia de lo que era habitual, los periodistas tuvieron la oportunidad de preguntar lo que realmente deseaban. Siete veces repitió la frase Laporta durante su comparecencia ante los medios de comunicación, es decir un promedio de una vez cada diez minutos.
De cualquier forma, en la comparecencia no estaba presente el protagonista, que en su primera y única aparición no admitió preguntas ni, al parecer, estaba dispuesto a someterse a la curiosidad mediática de nadie en otro claro ejemplo de transparencia.
Mundo Deportivo destacaba que “el presidente del Barça aseguró que toda la junta directiva apoya a su cuñado”. Era el resultado de la obsesiva fijación por la unanimidad. Pero aunque de puertas afuera todos se vistieran de palmeros, en el interior de las oficinas del club había como mínimo tres voces discordantes. En la rueda de prensa Laporta, que no presentó las pruebas anunciadas por Perrín y su entorno amigo, asumió el problema disculpando a su cuñado después haber dicho a la asamblea “una verdad a medias. Me equivoqué, pero no tengo la sensación de haber mentido”. Curiosa interpretación de la verdad y la mentira. Decididamente, debía pensar que se encontraba ante una audiencia con muy pocas luces.
Mundo Deportivo explicaba que “el presidente del Barcelona admitió haber cometido una “equivocación” cuando afirmó en su día que el directivo no pertenecía a la Fundación, pero que no tenía la conciencia de haber mentido, porque “sólo puede mentir alguien que está diciendo algo que sabe”, lo cual no era su caso”. Es decir, que oficialmente Laporta colocó alegremente a su cuñado en el club sin conocerle. No sé qué es peor.
“Cometí una equivocación por la falta de precisión en mis palabras. Lo que debería haber dicho es que mientras Alejandro Echevarría ha colaborado con el Barça no ha sido miembro de la Fundación Francisco Franco y tampoco lo es ahora. Me equivoqué y sé que esto ha provocado que algunos barcelonistas se sientan ofendidos. Les pido disculpas”. Y seguía sin admitir que su cuñado todavía no se había dado de baja en la fundación según los papeles que con tanta vehemencia exigió como prueba en la asamblea. Y confesó que “siempre he conocido su manera de pensar y nunca nos hemos ocultado”. O una cosa o la otra. Si era cierto que siempre había conocido su manera de pensar, parece obvio que mintió.
“Alejandro Echevarría se equivocó haciéndose patrón de la Fundación. Nos dijo una verdad a medias pero supongo que se podía imaginar la reacción de la junta ante este hecho. Él nos ha dicho que se borró de la Fundación en junio del 2003. Y yo le creo, le disculpo y no quiero que dimita: Le creo más allá de lo que digan los papeles y no me importa ni me interesa esa Fundación”. Sorprende que una persona que se ganaba la vida debatiendo temas jurídicos no atendiera al contenido de papeles oficiales. Y si lo de la fundación le hubiera interesado más, y en su momento, seguramente habría podido ahorrarse el bochornoso espectáculo al que sometió al club. Resulta sintomático además que le creyera más allá de lo que dijeran los papeles después de retar a los socios compromisarios a presentarle una prueba documental.
En la rueda de prensa Laporta insistió en que “la junta está totalmente de acuerdo en la continuidad de Alejandro”, para sonrojo de Vicens, Franquesa y Rovira que, según Mundo Deportivo, habían amenazado con dimitir si el cuñado no se iba. Y para redondearlo, aclaró, por si había dudas: “Yo y todos los miembros de la junta conocíamos “su forma de pensar” antes de entrar en el club y nunca nos hemos ocultado”. “Nunca” no. Durante las elecciones de 2003, en las que Echevarría no apareció por ningún lado, dio la impresión de que Laporta sí estaba ocultando algo.
“Alejandro Echevarría no es franquista. Lo que pasa es que tiene ideas diferentes de las mías. Pero no estamos hablando de un intolerante, un ultra o que tenga un comportamiento violento”. O, lo que es lo mismo, ser franquista no debía ser un requisito imprescindible para figurar en la lista de patrones de una fundación que tiene como objetivo exaltar la figura del Caudillo de España. Palabra de Laporta. Curiosamente, parece que debíamos felicitarnos porque Echevarría no era violento. ¡Sólo hubiera faltado eso! Josep Capdevila, en Sport, se preguntaba: “Si no es franquista, ¿por qué entró en la Fundación cuando tenía más de 30 años de edad, es decir, cuando se entiende que las cosas ya se hacen porque uno quiere? ¿Por qué entró en una Fundación que promociona los valores de un señor que hizo matar a muchísima gente, entre otros a un presidente del Barça? ¿Por qué entró en una fundación donde tenía como compañeros a personajes condenados por haber participado en un golpe de estado? ¿Lo sabremos alguna vez?” Más bien no.
Laporta reclamaba comprensión para su cuñado: “No miremos el genoma o los antecedentes políticos de la junta”. Eso lo decía quien se hartó de mirar genomas, antecedentes y cualquier nimiedad que sirviera para erosionar la estabilidad de presidentes anteriores. Quizá el tiempo le había ayudado a madurar y había encontrado al fin ese equilibrio del que careció en el pasado. Aquella beligerancia se convertía ahora en pacifismo: “Es bueno superar los enfrentamientos (…) Actuar desde el resentimiento no aporta nada”. Elefante con piel de cordero.
“Se ha jugado el cuello por el Barça y ha hecho mucho por Catalunya” explicó el presidente refiriéndose a su cuñado, pero dentro de la ya habitual ambigüedad y falta de transparencia de este caso, ni dijo cuándo, cómo y por qué se había jugado el cuello por el Barça ni enumeró un solo argumento que justificara sus servicios a Catalunya.
En una nueva contradicción, y después de afirmar que todos en la junta conocían su forma de pensar, añadía: “Si hubiera sabido que había sido miembro de la Fundación Francisco Franco no le habría recomendado que cogiese el cargo”. Si el presidente no conocía el currículo de su cuñado, qué sabría del resto de directivos con los que no tenía la familiaridad que se le suponía con el hermano de su esposa. Quizá por eso se dedicó a espiarlos años más tarde.
En su editorial, El Periódico razonaba lo siguiente: “Echevarría podría ser tranquilamente directivo del Real Madrid. No supondría ningún problema… Pero sea cuñado de quien sea, no tiene cabida como representante del Barça mas que un club”.
A mediodía Laporta daba explicaciones en rueda de prensa a todos los medios de comunicación. Y a medianoche fue a TV3 a expresar todo lo contrario, lo que ni siquiera sabía su director de comunicación. Allí, ante Mònica Terribas, anunció la dimisión de su cuñado mientras sus directivos recorrían las emisoras defendiendo al amigo Alejandro.
Josep Mª Casanovas ofrecía su verdad en su columna de Sport: “Laporta perdió el partido de la credibilidad (…) El presidente no convenció a pesar de entonar el mea culpa y de pedir perdón a los socios. Dio la cara por su cuñado, pero esto no fue suficiente, ya que a estas alturas lo que todo el mundo tiene muy asumido es que no estamos hablando ni de política ni de ideologías, sino de credibilidad. Demasiadas medias verdades, actos de fe que salen más del corazón que de la cabeza, defensas numantinas, cuando aquí lo único que quieren saber los socios es por qué no se había aceptado la dimisión de un directivo que se ha confirmado que perteneció a una fundación de cuyo nombre no queremos acordarnos. Son muchos los que comienzan a pensar que Laporta es rehén de pactos familiares y se ha enrocado de una forma peligrosa porque ha perdido uno de los bienes más preciados del hombre: su credibilidad.
Dos años después de llegar a la presidencia y con una Liga en el bolsillo, Laporta jugó ayer un partido que puede marcar un antes y un después en su trayectoria. El partido de la credibilidad. Jugaba solo de ariete y el único gol que le podía dar la victoria era aceptar, de entrada, la dimisión de Echevarría, pero no lo hizo hasta bien entrada la madrugada y lo anunció en directo por TV3 en el programa ‘La nit al dia’. Cuando ya no tenía otro remedio y había comprobado que las tertulias y las encuestas le eran absolutamente desfavorables. Patético. Porque se lo podía haber imaginado doce horas antes, cuando había defendido a su directivo a pesar de que éste le había mentido y se había comprobado que había sido patrón de la maldita fundación. Laporta no convenció a nadie en la rueda de prensa y tampoco lo hizo por la noche, cuando ya se había quitado un gran peso de encima.
Muchos aficionados se sienten traicionados porque confiaban en un presidente que habló de transparencia y que ahora no cumple sus promesas. Aquel Laporta que arrasaba en los cara a cara por su convicción y su entusiasmo arrollador, es otro. Ayer estaba a la defensiva, se contradijo en varias ocasiones y se mostró inseguro porque jugaba un partido que él sabía muy bien que, como mucho, podía empatar. Son muchos los que no entienden que aceptara sin rechistar la dimisión de Rosell y ayer se jugara la cara por Echevarría. Se percibe que ya ha perdido el carisma y el apoyo de una parte de la afición, porque los culés están descubriendo a un presidente del Barça que les ha traicionado en sus ilusiones. Laporta era un soplo de aire fresco y ahora está cayendo en los mismos errores de sus antecesores. Y eso es muy difícil de aceptar cuando su llegada había despertado tanta esperanza”.
Y Lluís Mascaró se mojaba como nunca, aunque con matices, ese mismo día: “Mientras el clamor popular exigía una dimisión inmediata del directivo por haber sido patrono de la Fundación Francisco Franco, el presidente se empeñaba en cerrar la crisis en falso. No había suficiente con reconocer que se equivocó en la asamblea y pedir perdón a todos aquellos barcelonistas que se hubieran sentido ofendidos. Y es que existía un trasfondo emocional y político de gran calado: Laporta siempre ha enarbolado con orgullo la bandera del catalanismo más radical y este sentimiento es incompatible con la ideología de Echevarría.
El presidente sabía que estaba nadando contracorriente y que cometía un grave error manteniendo a su cuñado en la junta. Es cierto que los primeros que exigían la cabeza de Echevarría son los mismos que, desde el inicio de su mandato, han orquestado una campaña para erosionarle y desprestigiarle (?) Pero Laporta debía valorar que, en esta ocasión, el barcelonismo se mostraba casi unánime en su veredicto: Echevarría no podía seguir en el Barça por sus convicciones políticas y, sobre todo, porque había mentido al presidente, a sus compañeros de directiva y a todos los culés.
Por desgracia, lo único que consiguió Laporta con su intervención fue intentar apagar el fuego con gasolina. Las llamas se hicieron tan enormes que no pudo soportar su calor”.
Sport hablaba de “Chapuza intolerable: dimisión con nocturnidad y alevosía. ¡Como en los peores tiempos! (…) Doce horas después de que Laporta anunciase su continuidad, Alejandro Echevarría presentó su dimisión (…) Alejandro Echevarría, que se encontraba en el Casino de Tarragona, se puso en contacto ayer por la noche con su cuñado y presidente del FC Barcelona para comunicarle que dimitía. Este, que se encontraba en el plató de TV3 para participar en el programa ‘La Nit al Dia’, se la aceptó y minutos después lo hacía oficial ante las cámaras”.
Dijo Laporta en TV3: “Alejandro se ha puesto en contacto conmigo y en un acto de dignidad y de compañerismo me ha presentado la dimisión. Ahora lo transmitiré a mis compañeros de junta y puedo avanzar que mañana -para hoy- la aceptaremos. La situación es insostenible y entendemos que es lo mejor para todos”. El presidente anunciaba la decisión de su cuñado, que en ese momento desconocían sus compañeros de junta, y ya se atrevía a adelantar en nombre de todos el resultado de la reunión de la directiva en la que se discutiría el tema. Naturalmente, esa decisión sería adoptada por unanimidad de acuerdo con los deseos del presidente. Igual que por la mañana se aceptaba por unanimidad que Echevarría continuara, por la noche se decidiría unánimemente, por supuesto, festejar la dimisión.
“Mi deseo era que no dimitiese. Es un hombre que de alguna manera ha estado absolutamente integrado al proyecto que presido, que nos ayudaba a poner en práctica la pluralidad y tolerancia que siempre ha defendido esta junta. Es un hombre querido en el vestuario y debo recordar que gracias a él Messi ha podido nacionalizarse”. Como si eso le redimiera de las mentiras acerca de su adscripción a la FNFF. Interesante también la referencia a la “pluralidad” de una junta que, gustara o no gustara, siempre se movió en posiciones muy próximas al independentismo catalán.