Capítulo 70 del libro "El lado Oscuro de Laporta", de Pedro Riaño, en el que repasamos todos los detalles del primer mandato de Joan Laporta como presidente del Barça para entender su comportamiento en la actualidad. En este caso recordamos al cuñadísimo Alejandro Echevarría, un franquista patrono de la Fundación Francisco Franco dentro de una junta de marcado cariz independentista. Con Laporta era posible la cuadratura del círculo.
El 18 de agosto de 2005. Evarist Murtra, el ex crítico metido en tareas palmeras en plena campaña por recuperar el sillón de directivo que ya ocupó con Núñez, se disponía a hacer méritos a costa del cuñado del presidente. Decía en Radio 4: “Se trata de una polémica un poco extraña, porque no se sabe si es cierto o no, ni qué indicios de militancia existen (…) Todo el mundo tiene un pasado. Además, el franquismo ya no existe en estos momentos y cuando murió Franco este señor tenía 10 años (…) Se trata de una polémica ficticia que responde a los intereses del señor Majó y que yo no voy a contribuir a avivar”.
Por supuesto, el problema no era la relación que Alejandro Echevarría tuviera o hubiera podido tener con la Fundación Francisco Franco ni que el presidente hubiera podido mentir a los dueños del club en la asamblea soberana. Lo que realmente preocupaba al señor Murtra era que alguien, Jordi Majó en este caso, se atreviera a denunciarlo. Eso era intolerable. Como si la responsabilidad de la pertenencia de Echevarría a la dichosa fundación fuera de Majó. Pero así se escribe la historia de quienes se pasaron años y años desestabilizando desde las trincheras de la oposición mientras subían y bajaban del carro del poder en función de su propia conveniencia. Para desestabilizar desde fuera no existen límites. Pero cuando se trata de defender un problema incómodo desde el poder, se convierte en ficticio y asunto resuelto. Decía desconocer los indicios y admitía que no sabía si era cierto o no. Podría haberse tomado también la molestia de averiguarlo, como hicieron otros, de la misma manera que años atrás aprovechaba cualquier tribuna para aferrarse al más mínimo detalle que le permitiera tirar porquería sobre anteriores gestores. Su fervor echevarrista encontró la justa recompensa perseguida. Murtra entró a formar parte de la directiva de Laporta pese a su pasado nuñista. Otra promesa incumplida.
Y Toni Rovira, el de la bandera estelada, el que supuestamente estaba en contra de las tradiciones franquistas, se sumaba a la causa en Catalunya Ràdio cumpliendo órdenes: “Es mucha casualidad que tres días antes de la asamblea salga este tema recurrente, como sucedió ya el año pasado. Es una manera de querer calentar la asamblea. Hemos dejado de ser un Barça apátrida y sin alma. Hemos recuperado el ánimo también a costa del señor Echevarría, que forma parte, nos guste o no, de este proyecto. Echevarría suma, como todos los que formamos este proyecto”. Suerte tenía Echevarría de ser admitido en el proyecto. Algún otro, como el que trajo a Ronaldinho, Deco o Márquez al Camp Nou, fue invitado a largarse. Por lo visto, Sandro Rosell restaba en lugar de sumar.
Ricard Huguet, otro ex crítico del pasado y cabecilla del extinto Grup d´Opinió, organización que hizo mucho ruido pero que se estrelló siempre en su infructuosa ambición de tumbar a Núñez, se apuntaba a la fiel infantería y salía en defensa del cuñado en RAC 1: “Es mezquino sacar este tema ahora”, decía. Y tenía toda la razón. Quizá hubiera sido más elegante, efectivamente, sacarlo durante las elecciones para que los socios hubieran podido votar con conocimiento de causa de lo que iba a suceder después. Pero eso hubiera supuesto un ejercicio de transparencia que Laporta no estuvo dispuesto a practicar, porque él sólo utilizaba ese término para embaucar a su auditorio. Así se entiende que Echevarría, no sé si mezquina o sabiamente, permaneciera escondido en la trastienda mientras se ventilaba la campaña electoral y se fraguaba el triunfo del presidente más catalanista y antiespañol de la historia del club.
Después de la encendida e impagable actuación de los teloneros en el marco de una estrategia perfectamente planificada, Joan Laporta tuvo que coger personalmente el toro por los cuernos en la asamblea de compromisarios de 2005 para dar explicaciones sobre el tema: “Le preguntamos a Alejandro si era patrono, nos dijo que no y le creemos. No me vale lo que diga una página web”. Luego, por creerse a su cuñado y no a una página web, pasó lo que pasó. Es el problema de quien cree estar por encima del bien y del mal, incluso de la ley y la verdad, de quien pretende imponer su voluntad a cualquier precio y de quien no atiende a razones cuando está obcecado con algo. En este caso, imponer la presencia de su cuñado en la junta.
A la pregunta de un asambleísta preocupado por el contrasentido que suponía figurar en la autodenominada junta catalanista del Barça y ser a la vez patrono de la Fundación Francisco Franco, respondía el presidente: “Sí, es compatible ser miembro de la junta del Barça y de la Fundación Francisco Franco si la persona en cuestión no practica la represión ni la intolerancia. Pero es que además no se da el caso de que Echevarría sea patrono de esa fundación. Le preguntamos en su momento, él lo negó y le creemos”. Al día siguiente Sport calificaba la actuación de Laporta en la asamblea: “Triunfador y contundente”. Después de la inquietante afirmación de que ser miembro de la Fundación Francisco Franco y directivo de este Barça “es compatible”, ¿lo de “triunfador” sería por el triunfo de la sinrazón? ¿Quizá triunfó Laporta y se impuso con contundencia a los socios engañados?
Y añadió el presidente en la asamblea: “Hay que respetar el pensamiento de todos los miembros de la junta y de todos los socios en defensa de la tolerancia y de la libertad de expresión. Además, para aceptar el cargo de patrón de una fundación así debe existir una escritura pública con su firma. Salir en una lista de una página web no es ninguna prueba. Usted tráigame el acta de aceptación del cargo de patrón. El que diga que es patrón de la FFF que lo demuestre. Si usted forma parte de una fundación sabrá que debe aceptar el cargo mediante una escritura pública. No se da el caso de que sea patrón. Pero es que Echevarría ni ha sido, ni es ni será miembro de esa fundación Se lo preguntamos en su momento y nos dijo que no, y la junta directiva le cree. Estamos agradecidos por la labor que Echevarría hace porque no daña el carácter catalanista de la junta… si tuviera una actitud fachenda que marcara el perfil del de la directiva, Echevarría no tendría cabida. Si se hace desde la tolerancia, cabemos todos”.
No debían caber todos, porque poco después Alejandro Echevarría se veía en la obligación de dimitir ante el clamor popular de la calle. A Laporta volvió a perderle su soberbia en la asamblea cuando sacó a relucir, con actitud chulesca, el reto de “que lo demuestren” en la línea del ya popular “que n´aprenguin”. No sólo se demostró sino que salió a la luz la escritura pública de aceptación con la firma que solicitaba. Laporta perdió una extraordinaria ocasión de mantenerse callado. Su ya conocido pronto traducido en excesos verbales volvía a pasarle factura. Él solito se metió en el lío. No era necesario buscar enemigos ni fuerzas del mal externas a quien culpar. El problema se había generado en la misma cocina de casa. Dicen que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Laporta acabó siendo víctima de una incontinencia verbal a la que le condujo su propia arrogancia. Resulta que Sandro Rosell no estaba autorizado a pensar diferente y se le desacreditó por no sumarse a la unanimidad. En cambio, Echevarría podía pensar como le diera la gana siempre que no se le ocurriera llevar la contraria al presidente y no se comportara con violencia. Como si eso de la no violencia fuera una virtud y no una obligación en un directivo del Barça. Resulta que Echevarría estaba liberado de cualquier sospecha porque hacía bien su trabajo. Y parece ser que aquí el único que no hizo bien su trabajo fue Rosell. Quizá el fichaje de Ronaldinho no fue suficiente. Debió traer a dos Ronaldinhos. Curiosa vara de medir la eficacia. Curiosa manera de reclamar una tolerancia en la que “cabemos todos” sólo cuando interesaba.
Habría que preguntarse si el mismísimo Joan Gamper o el propio Armand Carabén, los referentes espirituales de Laporta, brindarían con él por acoger a un franquista en su junta directiva. Pero de la misma forma que Laporta aseguraba sin rubor que Josep Sunyol, el presidente del Barça asesinado por el franquismo, estaría orgulloso de él, debía pensar, y además convencido, que si Gamper levantara la cabeza le alzaría un monumento a él y a su cuñado.
En esa asamblea perfectamente planificada hubo tiempo hasta para presenciar la penosa defensa numantina del otrora beligerante compromisario Jacint Borrás, “uno de los nuestros” con voz y voto en la asamblea. No tardaría en recibir el premio de un puesto en la directiva como pago por su lealtad a los intereses de Laporta. Hasta Txiki se atrevió a hablar de tolerancia, precisamente la que el club no tuvo con los representantes del pasado y con el personal que aportó Rosell sin más pecado que ese, el de haber llegado al club de su mano. Tenía gracia que Txiki hablara de tolerancia.
“Nos dijo que no lo era y le creímos”. Laporta lo expresaba sin pestañear, convencido de que su poder sobre la prensa conseguiría que la opinión pública se tragara a pies juntillas que ignoraba las ideas políticas que se respiraban en el domicilio de su familia, cuya cabeza visible era un viejo joseantoniano famoso por su afinidad al franquismo y conocido en el ruedo político por su labor al frente de un partido ubicado a la derecha del actual PP. El presidente del FC Barcelona quería hacer creer a sus consocios que no era capaz de conocer a su entorno familiar más próximo mientras anteponía el interés particular a su lema “Primer el Barça” haciendo uso del engaño masivo para conseguir el objetivo trazado, que no era otro que colar en el club al hermano de su mujer, a quien había que exculpar de cualquier pecadillo venial de juventud porque, por encima de todo, “hace bien su trabajo”.
A fin de cuentas, la competencia de Echevarría en sus actividades venía dada por su habilidad para conseguir de las autoridades policiales un trato de favor en la nacionalización de futbolistas que atenta contra los propios principios solidarios del club, ya que el cuñado-directivo conseguía que no todos los extranjeros fueran iguales ante la ley en el momento de adquirir la nacionalidad española. Por otra parte, la caja de resonancia de los futbolistas agradecidos la conseguía a base de favores que precisaban del uso de los presupuestos generales del club. Visto así, cualquiera podría tenerles contentos. Cualquiera. Incluso alguien que no fuera experto en seguridad.
E-noticies.com colgaba en su web un editorial el 22 de agosto de 2005 con el título de “Echevarría no puede continuar en el Barça”. En el texto podía leerse: “El presidente del FC Barcelona continúa manteniendo que su cuñado, Alejandro Echevarría, no es miembro de la Fundación Francisco Franco. El sábado pasado, durante la asamblea de compromisarios, volvió a negar, como ya lo había hecho el año pasado a pesar de todas las evidencias.
Si Alejandro Echevarría, sentado unas sillas más allá, no es miembro de la citada fundación, era el lugar idóneo para desmentirlo de una vez por todas. Después de todo, en la misma asamblea tomaron la palabra no sólo el presidente del Barça, sino también Ferran Soriano y Txiki Begiristain. Incluso Marc Ingla y Clàudia Vives Ferrero para aclarar dudas.
Pero el problema ya no es sólo de Alejandro Echevarría, sino de Joan Laporta. Para decirlo sin rodeos: Joan Laporta mintió ante la asamblea que, en palabras suyas, recoge la "soberanía popular" del Barça. Y los presidentes del Barça, como los cargos electos, deben decir la verdad.
Esta facilidad de Laporta por no decir la verdad implica un peligro muy grave para el futuro del club. ¿Si el presidente miente con esta tranquilidad en un asunto tan fácil de comprobar como éste, que estará dispuesto a hacer en otras cuestiones? Laporta ha roto la relación de confianza entre la directiva y los socios. Para hacer de presidente, no basta con aprobar las cuentas por 200 votos y pico.
Luego está el hecho de que un directivo del Barça sea patrono de la Fundación Francisco Franco. Ante esto, se puede adoptar la postura de que la ideología no importa, que es una cuestión personal y que no tiene relación con la gestión de un club de fútbol. Incluso se puede prescindir del hecho de que Echevarría sea un directivo de peso, prácticamente la mano derecha del presidente, y considere que su pensamiento político no tiene nada que ver con su tarea.
Pero también se puede pensar que un club con la historia del Barça, un club que ha tenido siempre una clara vocación catalanista y democrática, que fue cerrado durante la dictadura de Primo de Rivera, que vio como un presidente era fusilado por las tropas franquistas, que sufrió todo el peso del franquismo, no puede tener en su junta directiva a un declarado defensor del franquismo. Quizá hay que recordar, ya que hay quienes lo han olvidado, que el Barça es más que un club". Eran los contrasentidos del Barça de Laporta, que rechazaba a José María Aznar con la misma energía que justificaba al Generalísimo de los Ejércitos.
Según El Periódico, la web de la Fundación Francisco Franco batió su récord de entradas al día siguiente de la asamblea. Una nueva contribución del cuñado a su causa.
El nombre de Alejandro Echevarría aparecía en la séptima posición de la relación alfabética de los patronos de la Fundación, antecediendo a Fernando Esquivias Franco, yerno del general José Moscardó, el héroe del Alcázar de Toledo. En la lista también figuraban Francisco Franco Martínez Bordiú y Carmen Franco Polo, nieto y viuda del “Generalísimo”. Junto a ellos, Santiago Milans del Bosch, Ricardo Zancada, comandante golpista del 23 F, y Vicente Pozuelo, médico personal de Franco. Entre los fundadores se encontraban ex ministros del general ya fallecidos, como Tomás Allende, Raimundo Fernández Cuesta, Licinio De la Fuente, Antonio Girón, Gregorio López Bravo, Cruz Martínez Esteruelas, José Solís Ruiz y José Utrera Molina. También Pilar Primo de Rivera. Todos unidos por el objetivo común de la fundación: “promover y realizar estudios sobre el pensamiento de Franco y sobre las realizaciones de los años de su mandato” y “contribuir a la proyección de su ideario sobre el futuro de la vida española”.
La situación empeoraba de día en día para los defensores coyunturales de Echevarría que estaban más alejados de su ideología y que debían mantener en público una ambigua postura de difícil comprensión. Es el caso del directivo Toni Rovira, quien, según la edición de Sport del 8 de septiembre de 2005, “defendió públicamente la filiación política de Alejandro Echevarría y su desmedida entrega al Barça pero, al mismo tiempo, envió un SMS a un compañero en el que lamentaba que le hubieran dejado solo en su oposición al cuñado de Laporta y que ya se podían ir todos a cagar”.
Y llegó el bombazo. Apenas un mes después de retar a la asamblea, Laporta encontró la respuesta que había solicitado de la mano de Lluís De Val, socio, miembro de la fundación del club y ex directivo dimitido con Gaspart. Cuatro fotocopias de documentos debidamente compulsados por el Ministerio de Cultura respondían al requerimiento del presidente. “Me costó poco más de un mes conseguir toda la documentación y lo hice en mis ratos libres, ya que tengo que ir muy a menudo al Ministerio”. Toda una lección a la clase periodística, que no encontró noticiable, o aconsejable, la tarea de investigar la verdad sobre el caso Echevarría.
Según la documentación aportada por De Val, Alejandro Echevarría ingresó como patrón de la polémica Fundación el 25 de octubre de 1996; hasta ese momento no se había dado de baja y el acta notarial a la que se refería el presidente se encontraba archivada en el Ministerio de Cultura. En el primer documento aparecía el nombre de Echevarría entre los patronos. “Si se hubiera dado de baja, no estaría en este registro”, precisaba De Val.
En el segundo documento se daba cuenta de las altas y bajas de la fundación. El nombre de Echevarría sólo aparecía en el capítulo de altas. En el tercer documento se aportaban los formularios de alta y baja, por los cuales se podría demostrar que alguna persona había podido ser dada de alta por terceros. Y en el cuarto el consejero técnico de la subdirección general de Fundaciones y Mecenazgo del Ministerio de Cultura, a través una carta compulsada del 3 de octubre del 2005, número 00563, afirmaba que en el archivo de su ministerio existía un documento notarial que acreditaba que a 28 de septiembre del 2005 Alejandro Echevarría era patrono de la fundación.
El 5 de octubre de 2005 Domènec Garcia, en e-noticies.com, reclamaba la incorporación de un nuevo capítulo al libro “El Barça y el franquismo” presentado por esas fechas en las instalaciones del club por un Laporta emocionado. “Ayer se presentó el libro "El Barça y el franquismo", en el que falta un capítulo que podría ser una especie de apéndice y que apenas ahora se ha empezado a escribir. En este último capítulo se podría glosar la figura del llamado "cuñadísimo" del presidente, es decir, de Alejandro Echevarría, que es un franquista reconocido, como demuestra el hecho de que es uno de los patronos de la Fundación Francisco Franco. Que el Barça ha tenido directivos franquistas a lo largo de su historia, durante la posguerra, es evidente. Y no uno, sino muchos. En algún momento de la historia no quedaba otra alternativa.
Pero la novedad es ahora que, treinta años después de la muerte del dictador, figure como directivo un franquista militante y confeso como Echevarría. Laporta, que incluso se puso la mano en el pecho para escuchar Els Segadors (lo hizo una vez y ya no lo ha hecho más por razones evidentes), se hace llamar nacionalista, pero los hechos son diferentes. Puede que cualquier día se añada a la historia del Barça y el franquismo este capítulo, y que de paso se explique cómo es que en pleno siglo XXI el Barça se haya vuelto una especie de club de aquellos que dicen " Oiga, que usted no sabe con quién está hablando ".
Todas las ideologías son respetables, pero siempre que se ajusten a las normas democráticas. Y el franquista fue un régimen sanguinario que hizo fusilar a un presidente de Cataluña (Companys) y uno del Barça (Sunyol). Además, también hizo fusilar Carrasco i Formiguera, padre de Raimon Carrasco, presidente del actual Consejo Consultivo del Barça, que asistió al acto de presentación del libro. El Barça no se merece esto".
El Crack 10, por su parte, explicaba a sus lectores que "Echevarría ha estado engañando pública y continuadamente a los socios del FC Barcelona, a los compromisarios, a la junta directiva, a la prensa y a los aficionados cuando ha negado en múltiples ocasiones su calidad de miembro del patronato de dicha fundación. Igualmente Echevarría ha hecho mentir al presidente y al portavoz de la junta en las dos últimas asambleas ".
“La junta cierra filas en torno a Echevarría”, titulaba Mundo Deportivo el 12 de octubre, dos días después de que Lluís De Val denunciara el caso aportando documentación. “El directivo –proseguía Mundo Deportivo- dio explicaciones ayer a sus compañeros de junta, y Cambra, en su condición de portavoz, denegó después hacer comentarios en nombre de la directiva. Echevarría compareció ante los medios a título personal. Durante la reunión, que se prolongó por espacio de unas tres horas, los directivos escucharon atentamente las explicaciones de Echevarría y le creyeron. Finalmente, pese a cierta tensión inicial y de que al menos un directivo (en la mañana de ayer) estaba predispuesto a pedir la dimisión de Echevarría, según ha podido saber Mundo Deportivo, prevaleció en la reunión la idea de que el presidente de la entidad y la directiva están siendo objeto de un acoso para desgastar su posición. La tesis triunfadora defiende que los documentos que demuestran la filiación de Echevarría a la Fundación forman parte de esta campaña”. Era la táctica del avestruz. Delante del evidente problema, lo mejor era esconder la cabeza y culpar al mensajero. Lo peor no era el papelón que estaban haciendo todos, desde el presidente a su cuñado pasando por el resto de los miembros de la junta, lo censurable era que existía una campaña contra ellos. Lo grave no era el contenido de los papeles presentados por De Val a petición del presidente, sino que alguien se atreviera a presentarlos. Eso sí que era una canallada.
Resultaba cómico comprobar que quien había dedicado seis años de su vida a urdir campañas se escondiera ahora tras la demagógica proclama de que “van a por mí”. Esa táctica sería una constante a lo largo de su mandato cada vez que le sorprendían en un renuncio. De cualquier forma, la cuestión no era que hubiera gente que quisiera mal a Laporta –con eso ya contaba cuando llegó a la presidencia-, sino los constantes argumentos que ofrecía la junta a los que, supuestamente, pretendían desgastar su imagen. Aquí ya no se trataba de “puntuar” ante el socio llamando “fascista”, “Hitler” o “Pinochet” al presidente y... calumnia, que algo queda, tal y como acostumbraba hacer el Elefant Blau y su entorno.
El problema en este caso era que el presidente había mentido a los socios compromisarios conscientemente y había intentado colar en su junta catalanista a un franquista, una de las paradojas más espectaculares de la historia del Barça. La oposición, si es que realmente existía, no se había inventado el argumento de tan estrambótico vodevil. El origen del escándalo estaba en el propio Laporta y en esa prepotencia que le llevaba a convencerse de que todo era posible, hasta lo imposible, para imponer su voluntad. Era tanta la seguridad y confianza que tenía en sus propias fuerzas que hasta creía que fuera del club el mundo entero le iba a aplaudir con el mismo entusiasmo que los directivos que él había sentado a su lado a dedo, esos que le jaleaban con vítores a todas horas. Allí, en la sala de juntas, es posible que no le supusiera ningún esfuerzo obtener la unanimidad para cualquiera de sus caprichos, pero calculó mal sus fuerzas cuando supuso que fuera de su entorno de aduladores iba a encontrar la misma comprensión.
Mundo Deportivo informaba que “respecto al hecho de que Laporta dijera en la Asamblea de 2005 que Echevarría “no es ni ha sido ni será” miembro de dicha Fundación, se entiende que no hay mentira porque desde que es directivo no lo ha sido”. Era la teoría de la justificación llevada al límite ´más surrealista. ¿Hubiera costado mucho, en aras a la transparencia tantas veces prometida, admitir el pasado franquista del cuñado y presentarlo ante la asamblea con la verdad por delante con un borrón y cuenta nueva? ¿Alguien puede creer que los socios compromisarios hubieran rechazado su nominación como directivo? ¿Qué necesidad había de engañarles con turbias mentiras? ¿Costaba tanto reconocer el error o quizá el exceso de soberbia estaba tan arraigado que impedía admitirlo? ¿Querían seguir engañando con eso de que “el presidente no ha mentido”? El Barça será especial, “más que un club”, pero su masa social ni está aborregada ni es idiota y sabe cuándo la están embaucando.
La calle empezaba a incomodarse con el tema. Ni siquiera la desesperada utilización en defensa de la causa del entrenador Frank Rijkaard y de diversos jugadores, como Puyol, Xavi o Eto´o, todos ellos renovados recientemente, sirvió para apaciguar los ánimos. A Laporta no le importó meter en el fregado a los deportistas en una guerra que no era la suya.