Capítulo 69 del libro "El lado Oscuro de Laporta", de Pedro Riaño, en el que repasamos todos los detalles del primer mandato de Joan Laporta como presidente del Barça para entender su comportamiento en la actualidad. En este caso recordamos al cuñadísimo Alejandro Echevarría, un franquista patrono de la Fundación Francisco Franco dentro de una junta de marcado cariz independentista. Con Laporta era posible la cuadratura del círculo.
Apenas unos meses después de su acceso al rango de directivo del Barça, El Periódico explicaría gozosamente que “El gobierno retirará los símbolos franquistas (…) Todos los grupos, salvo el PP, apoyan la petición de ERC y IU-ICV”. En el Barça podían retirarse las banderas españolas, pero se incorporaba a la junta directiva a un personaje afín al franquismo. Todo fuera por la ejemplar ejecutoria de Echevarría como responsable de la seguridad al margen de su ideología política. Sin embargo, una inoportuna carta publicada en La Vanguardia ponía en tela de juicio la eficacia del directivo. Joan Castera se quejaba el 16 de octubre de 2004 de los pases de un día en el parking, que sirven para que algunos aparquen en los accesos e incluso en plazas de los abonados. El autor de la carta pidió la presencia de un directivo o un responsable de seguridad y le dijeron que no era posible porque estaban viendo el partido. Un ejemplo de la eficiencia del directivo responsable. Aunque claro, pensándolo bien, su obligación era atender a los futbolistas y a su cuñado. Los problemas de seguridad de los socios no eran de su incumbencia.
El 25 de febrero de 2005 Laporta manifestaba a Sport que “el nombramiento (de Alejandro Echevarría) no conculca nuestro catalanismo y se valora su capacidad (…) En esta junta no se tiene en cuenta la ideología, lo respetamos todo”. Lo respetaban todo menos la desfachatez de no aplaudir con las orejas cualquier capricho del presidente. Y una vez asentado en el club, el responsable de seguridad y de la atención al futbolista viajaba, no se sabe en calidad de qué, a Ciudad Real para presenciar la final de la Copa de Europa de balonmano que disputaba el Barça contra el equipo local. Una prueba más de que las atribuciones del cuñado eran ilimitadas. Hasta llegaban al balonmano.
La presencia de Alejandro Echevarría en una junta sumisa e incapaz de levantar la voz para quejarse ofrecía sus contrasentidos. El directivo Toni Rovira constituía una buena prueba. El mismo que se presentaba en la Diada de Catalunya enarbolando una bandera estelada, justificaba la supresión de la visita del equipo a la Basílica de La Mercè para ofrecer los títulos la patrona de la ciudad porque “es una tradición que se instauró en pleno franquismo”. En pleno franquismo nació él y nadie se quejó por ello. Luego defendería a Echevarría porque hacía bien su trabajo independientemente de su ideología. ¿Y no se podía acudir a La Mercè dejando al margen la ideología de quien mandaba cuando se instauró la tradición? ¿Qué tendría de franquista ofrecer un título a la patrona de Barcelona? ¿Sería franquista Nicolau Casaus, un condenado a muerte por el dictador, por ofrecer con devoción los títulos a La Mercè? ¡Qué sabría Rovira de esas cosas! Qué manera de intoxicar al socio interpretando el franquismo como algo tremendo y pecaminoso cuando interesaba y como algo intrascendente e inocente cuando se trataba de comprender y consentir las aficiones dudosas del cuñado del presidente.
Según relataba Sport el 22 de mayo de 2005 “mientras la plantilla y 150 personas estaban celebrando el titulo de liga, Alejandro Echevarría estaba viendo una de las últimas funciones del Cirque du Soleil en Barcelona”, otro ejemplo claro de la dedicación de este hombre a la seguridad del club. Ese mismo día El Periódico informaba de que “el presupuesto del Barça en seguridad es de dos millones y medio”. Es decir, que por medios no iba a quedar para que el cuñado pudiera desarrollar su labor con éxito. Esa partida iría creciendo hasta llegar a los cuatro millones al final del mandato de Laporta.
El 1 de junio de 2005 el directivo Jordi Monés denunciaba en su despedida del club que “Echevarría es uno más de la junta. Y un directivo no puede atribuirse funciones que no le corresponden”. Era la respuesta al poder plenipotenciario e ilimitado que iba acumulando el cuñado del presidente. Dos días después Rosell desvelaba que Echevarría “ha ido adquiriendo muchas funciones que en principio no le competían. Es uno de los directivos con los que se puede razonar, aunque ideológicamente él está en el Besós y yo en el Llobregat”. Respuesta de Laporta: “Echevarría es el responsable de seguridad del club y también el responsable de la oficina de la atención a los jugadores. Nada más. Ha aportado criterio y conocimientos”. Palabra del presidente. No había más que hablar. Pero lo cierto es que las funciones de Alejandro Echevarría se identificaban más con las de un adjunto a la presidencia que con las de un simple responsable de seguridad.
Paralelamente, Josep Maria Bartomeu lamentaba que el abogado Eduard Coll, que participó en la campaña electoral, no entrara en la junta y sí lo hiciera en cambio Alejandro Echevarría. Y Jordi Moix, a quien antes el propio Echevarría había tildado de “muy culé” y responsabilizado de su bautismo blaugrana, explicaba en RAC 1 que “estamos hablando de alguien que ni es culé ni es futbolero. Siempre me ha intrigado su papel en el club. Creo que no era muy próximo al Elefant Blau. Yo ya le dije que no me convencía su papel dentro del club”.
Hándicap 14 a los 15 años, Alejandro Echevarría iba para golfista hasta que una lesión en un pie frenó su progresión. Orientó sus estudios hacia el mundo empresarial y en 1999 su nombre apareció relacionado con la noticia de una sanción por falta grave y multa de cinco millones de pesetas impuesta por la Comisión Nacional del Mercado de Valores por uso de información confidencial de Endesa.
En un articulo publicado en El Mundo del 10 de enero de 1999 se podía leer acerca del afaire de la absorción de FECSA por parte de ENDESA que “permitió (Juan Echevarría) que sus hijos se aprovecharan de la información privilegiada de que disponía, que dieran un pequeño pelotazo. Dos años después de la operación bursátil, la CNMV sancionó con dos millones de pesetas a Juan Echevarria por “información privilegiada”, así como al ex director de la Tesorería de Endesa, Marcelino Álvarez Fernández. Alejandro Echevarría, al igual que su hermano Álvaro, fue sancionado por la comisión bursátil española con cinco millones de pesetas. En mayo de 1997 ya había puesto a Endesa una multa de 300 millones de pesetas “por falta grave”. El presidente de la CNMV, Juan Fernández-Armesto, calificó esta operación como “la más contaminada de la historia de la Bolsa”.
Al margen de sus funciones como garante de la seguridad del club y “conseguidor” de cualquier petición de los jugadores, Alejandro Echevarría igual asistía a reuniones en la cumbre en las que se debía decidir el futuro de las secciones como negociaba el traspaso de Saviola al Espanyol o su cesión al Sevilla mientras encontraba tiempo para hacer valer sus contactos en Madrid y aceleraba las nacionalizaciones de jugadores como Saviola, Messi o Sylvinho o estipulaba las cláusulas del nuevo contrato de Ronaldinho junto a Soriano y su cuñado en casa de su hermana. Todas ellas obligaciones, parece ser, del departamento de seguridad.
Su poder en el club iba en ascenso de manera proporcional al descenso de la ideología franquista en la sociedad. Según mantenía Joaquín de Luna en La Vanguardia, “los Boixos van contra la corriente de los tiempos, como les sucedía a los franquistas después del 20-N”.
Cuando el 24 de febrero de 2004 Laporta le nombró directivo, declaraba a EFE acerca de su vinculación a la Fundación Francisco Franco que “los nombramientos no tienen en cuenta como condición la ideología de las personas. Estamos por la diversidad y respetamos la opinión y creencias de todos”. Le hubiera costado poco negar su relación con la FFF, como haría luego en la asamblea, pero no lo hizo. Le faltó añadir, eso sí, a lo de “respetamos las creencias de todos” que “siempre y cuando no se traten de creencias nuñistas”, punto éste excluyente para formar parte de la directiva de Laporta, que prefería a sus directivos antes franquistas que nuñistas, condición esta última mucho más nociva e indeseable en el nuevo orden blaugrana. “Esta junta es sin complejos catalanista, respetuosa con las instituciones, la cultura y la lengua de nuestro país”, manifestaba Laporta, quien se atrevía a añadir que “este talante se mantiene tras la incorporación de Echevarría”. Es decir, que según Laporta la exaltación de la figura del Caudillo guardaba una estrecha relación con el catalanismo, la cultura y la lengua catalana. Palabra de Laporta…
Laporta, un auténtico malabarista de las palabras, justificaba el nombramiento de su cuñado “porque ya figuraba en la comisión de seguridad del club, que le ha nombrado vocal de la junta al comprobar que desarrollaba funciones de directivo”. Vaya, qué sorpresa. Así que realizaba funciones propias de un directivo, sin serlo, de una manera “honorífica y gratuita”. Si las realizaba, sería porque alguien se lo habría pedido o consentido. Y si las cumplía de forma “honorífica o gratuita”, no hacía nada de más ni constituía una excepción, porque las funciones de los directivos del club a lo largo de la historia se han realizado siempre de esa manera, tal y como marcan los estatutos. Echevarría en ningún caso era el primer directivo que prestaba sus servicios y conocimientos al club de forma “honorífica y gratuita”.
Para sonrojo de ese puñado de directivos tan catalanistas y poco comprensivos con el franquismo, al menos de boquilla, Europa Press anunciaba que “el nombramiento de Echevarria se aprobó por unanimidad durante la reunión de la junta celebrada en Poble Nou”.
A mediados de julio de 2005 e-noticies.com daba fe de que en la web del Ministerio de Cultura aparecía el nombre de Alejandro Echevarría como patrón de la Fundación Nacional Francisco Franco. El club respondió con ese silencio tan habitual cuando el tema incomodaba, y la transparencia dejaba paso al oscurantismo. Es un tema que no gusta. Por tanto, mejor obviarlo. No existe. Sin embargo, la noticia estaba ya en la calle, aunque los medios afines y mayoritarios trataran de echar un cable mirando hacia otro lado.
Y el 14 de agosto de 2005 Sport confirmaba la adjudicación de nuevas atribuciones al cuñado del presidente: “El Barça estuvo representado en el acto de presentación de Saviola en Sevilla por el directivo responsable de la seguridad y de la oficina de atención al jugador, Alejandro Echevarría, quien mantuvo una conversación con Jose Maria del Nido”.
Tres días después de aparecer las primeras noticias sobre la vinculación de Echevarría a la FFF, Jordi Majó reflexionaba en voz alta en Radio Nacional sobre el tema: “Laporta debería explicar por qué en la pasada asamblea no dijo la verdad y por qué manipuló el currículum de un directivo. Si es cierto, como se ha demostrado, que es patrono de esa fundación, debería dimitir por coherencia, ya que este señor fue ratificado en base a una mentira, por cuanto Laporta negó esta pertenencia. Esa fundación apoya la imagen de un dictador que asesinó a un presidente de la Generalitat y a un presidente del Barça”.
Respuesta de Echevarría en Sport: “No voy a contestar ni a entrar en debates sobre mi vida, me niego a que se me observe con lupa. Responderé al señor Majó todo lo que quiera sobre mi trabajo en la junta en el campo de la seguridad y la atención al jugador”. Del resto de atribuciones asumidas no parecía dispuesto a responder. Y lo cierto es que la situación empezaba a entrar en terreno pantanoso. Tanto, que se hizo necesario que el filtrador habitual, Lluís Mascaró, contraatacara desde Sport expresando su parte oficial ante la posibilidad de que el debate se le fuera al presidente de las manos. Así, el 17 de agosto de 2005 titulaba su alegato oficialista con un “La ideología no lo es todo”. Entrábamos en pleno proceso de justificación: “El gravísimo complot contra la integridad física del presidente se desactivó gracias a la estrecha colaboración entre el nuevo directivo y las diferentes fuerzas de seguridad del estado (…) Que un año después de que la asamblea de socios ratificara el nombramiento de Echevarría aparezca Jordi Majó para recordarnos que el cuñado del presidente es, supuestamente, miembro de la Fundación Francisco Franco me parece oportunista. En todo caso se trata de una vinculación privada que no tiene nada que ver con su trabajo en el club”. Si Lluís Mascaró hubiera dedicado su tiempo y su talento a investigar la veracidad de las noticias que vinculaban “supuestamente” a Echevarría con la FFF en lugar de emplearlo en defensas numantinas de lo que no tenía justificación, quizá hubiera podido ahorrarse artículos oportunistas que le situaban en el bando de la justificación del franquismo en el Barça en aras a una “supuesta” eficacia como directivo plenipotenciario del club del personaje en cuestión. Para unas cosas, tolerancia cero. Para otras, justificación infinita. Mascaró no perdió un minuto investigando. Tuvo que ser el ex directivo Lluís De Val, un personaje ajeno al mundo de la información, quien tuviera que acudir a las fuentes oficiales para indicarle el camino de la verdad
Paco Aguilar, en Mundo Deportivo, lo veía de otra manera: “La ideología de Alejandro Echevarría no es tan importante como lo que dijo el presidente sobre él. Joan Laporta faltó a la verdad pero a todo el mundo le pareció bien y aprobó el nombramiento del cuñadísimo como directivo en Asamblea”.