Una representación para el presidente / Se queda sin la foto de Guardiola / “Hay que ser más discretos” / Un bello gesto: renunciará al coche oficial / Oriol Giralt, ante la Comisión de Disciplina / Cualquier cosa menos neutral / La venta de patrimonio sa
Capítulo 57 del libro "El lado Oscuro de Laporta", de Pedro Riaño, en el que repasamos todos los detalles del primer mandato de Joan Laporta como presidente del Barça para entender su comportamiento en la actualidad.
Y Godall lanzaba un aviso para navegantes en El Periódico: “No lo hemos hablado, pero si ganamos tengo intención de ofrecerle a Laporta algún tipo de representación o de delegación de los intereses del Barça en la FIFA, en la UEFA, en la ECA o en las federaciones, donde tiene mucho peso y se ha ganado un respeto general”. Y más. Así justificaba las travesuras de baja estopa del director general, que tenía garantizada su continuidad con él: “Cuando alguien se relaciona o se sumerge en el entorno del Barça a según qué niveles ha de estar dispuesto a que su vida privada y profesional sea observada y a menudo con finalidades oscuras”. O lo que es lo mismo, había que entender la operación de espionaje que sufrieron sus compañeros de junta, no él, como gajes del oficio, cosas que pasan…
Llevaba meses Joan Laporta tratando de convencer a Pep Guardiola para arrancarle la firma de la renovación de su contrato. Era una manera de dejarlo todo atado y bien atado antes de su despedida. Pero Pep se negó a hacerse la foto de la firma con Laporta consciente de que cediendo a los deseos del presidente su figura iba a ser utilizada durante la campaña electoral y él prefería quedar al margen.
Joan Laporta, el mismo que recriminaba a Josep Lluís Núñez su afición por dirigir el club desde el despacho de su empresa, utilizaba su propio domicilio particular para negociar con el entrenador su continuidad. Quizá por eso al día siguiente la mayor parte de la directiva se enteró por la prensa de que la renovación de Guardiola iba a ser anunciada en rueda de prensa. La noticia, falsa, como tantas otras, fue avanzada en su Facebook por Sala i Martín, siempre ansioso él por adelantarse a los acontecimientos.
Laporta anunció la continuidad del técnico, pero ni pudo confirmar su renovación –que Guardiola dejó pendiente del feeling que pudiera existir entre el nuevo presidente y él- ni pudo exhibirse con la esperada foto de la firma. Porque Guardiola, prudentemente, no quiso firmarle nada a Laporta. Una vez más, el técnico demostró tener más sentido común que su presidente. Mientras éste intentó ofrecerle un contrato estratosférico de muchos años, aún sabiendo que apenas le quedaban unos meses en el cargo, el técnico optó por la prudencia y esperar a que llegara el nuevo presidente para entenderse (o no) con él. La foto de la firma de Guardiola no la consiguió Laporta.
Lo decía Jaume Ferrer en la presentación de su candidatura ante los micrófonos de RAC1. Allí reconoció que “hay momentos en los que no coincidimos con el presidente y por eso hay discusiones, pero por el bien del Barça”. Y sobre los ya habituales desplantes del presidente hacia su persona aclaró que “hace mucho que le conozco y sé que tiene un carácter fuerte. Cuando le conoces, sabes con lo que te puedes encontrar”. Y prometió, si salía elegido presidente, “ser más discreto de lo que se ha sido hasta ahora. El presidente tiene que dar un paso atrás y no conceder todas las ruedas de prensa. Hay que mejorar mucho lo que se ha hecho en lo social. En 2003 era idóneo el presidencialismo de Laporta, este es un club muy presidencialista y supo coger el papel, pero ahora en 2010 el club necesita otro tipo de presidente más discreto que no salga tanto en los medios".
El 29 de enero de 2010 la junta directiva se reunió en Vic y, según trascendió, sus miembros acordaron que Joan Laporta pudiera seguir disponiendo de coche oficial y chófer, a cuenta del presupuesto del club, naturalmente, una vez concluido su mandato presidencial echando mano de “un ejercicio de responsabilidad”. Semejante barbaridad se topó incluso con la negativa del propio privilegiado beneficiario. Según Oliver, “Laporta no quería que cuando dejara de ser presidente el club tuviera que destinar recursos de los socios a su seguridad personal”. La noticia sorprendió porque en plena espiral esquizofrénica hasta podría haber parecido normal que Laporta hubiese seguido disfrutando de sus ya habituales privilegios a costa de los recursos de los socios una vez fuera del club.
Resultaba sintomático que Joan Laporta se acordara de la Comisión de Disciplina del club para ajustarle las cuentas a Oriol Giralt, el impulsor de la moción de censurta contra él, por sus denuncias sobre el contrato de Mediapro. “Obviamente la comisión de disciplina supongo que actuará. Y si hay razones para tomar decisiones supongo que las tomará”. Laporta pedía mano dura desde el club para el socio insolente desde las páginas del diario Avui el 31 de enero de 2010. La Comisión de Disciplina debía castigar al socio quisquilloso por portarse mal. Esa misma comisión no movió un dedo cuando el propio presidente se saltó a la torera las normas más elementales de disciplina llegando incluso a avergonzar a sus representados con comportamientos impropios y ajenos a lo que se espera de un presidente del FC Barcelona. Pero esa comisión a fin de cuentas no era más que otro juguete del presidente en su propiedad privada llamada FC Barcelona.
“No me consta que se haya sustanciado ningún procedimiento contra mí. En todo caso, carecería de sentido, yo no he hecho nada absolutamente para que me lleven al juzgado ni ante la Comissió de Disiciplina para que me retiren la condición de socio. Sería incongruente, pero de esta directiva hacia mí me lo puedo esperar todo”. Así respondía Oriol Giralt en Mundo Deportivo. Allí exponía que no es ningún delito acudir a la Fiscalía Anticorrupción. Como en el caso de los terrenos de Viladecans y la denuncia de comisiones irregulares esgrimida por el socio Lluís de Val, la sangre no llegó al río. Un proceso judicial habría significado levantar las alfombras para que resplandeciera la luz sobre las sombras de la gestión laportista. Y no era eso lo que más interesaba a Laporta, el presidente de la transparencia. Se le suspendió a Giralt su condición de socio por espacio de un año y a otra cosa, mariposa. Esa era la respuesta del demócrata Laporta a su oposición.
El presidente de todos los barcelonistas, todos, incluidos los candidatos a las elecciones, socios también del club, tampoco supo durante sus últimos meses de mandato estar a la altura del señorío que se le supone a quien ostenta tal representación. Teniendo en cuenta que él no podía presentarse a la reelección y que se mantendría en el cargo hasta el final de su mandato, habría sido mucho pedir que se hubiera comportado con equidad y elegancia sin decantarse por nadie ni cargando contra nadie. Eso no entraba en sus cálculos. Laporta nunca gobernó para todos los barcelonistas. Él sólo se sintió el presidente de los suyos y actuó siempre a favor de unos y en contra de otros. No supo sumar y sí en cambio restar y dividir, de ahí que fuera incapaz de vertebrar desde su propio equipo una única candidatura de continuidad.
Se le fueron 15 directivos y luego no supo agrupar a sus 15 fieles finales en torno a un único modelo. Él se alineó con Alfons Godall y vendió su modelo como el mejor. Pero el resto de modelos salían de su propio equipo: Rosell, Soriano, Ferrer, Benedito… Todos se fueron desquiciados de su lado. No es de extrañar que dijera en Avui: “Hay una persona que representa una fuerza tranquila. Y esta persona es la Alfons Godall. El resto de candidatos tendrán que hacer propuestas alternativas de modelo deportivo, económico, de saber qué se hace con la Fundación. Y veo unos silencios que no dicen nada. Veo cualquier modelo alternativo como una aventura incierta”. Normal. Godall era el único que le garantizaba que no se levantarían las alfombras de Uzbekistán, del sponsor chino, del equipo de Miami, de los terrenos de Viladecans, de los chanchullos del Museu, de los jets privados, de las tarjetas visa, de las entradas para las finales, de los pases de vip o de las martingalas que se escondían detrás de una solidaridad farisea basada en la publicidad y con dinero ajeno. A Godall había que respaldarle con todas las consecuencias, aunque ello supusiera volver a su papel de elefant blau, olvidarse del cargo que representaba y relinchar sin recato contra todo aquel que osara llevarle la contraria.
Lo reconoció Joan Boix el 27 de enero de 2010 en la presentación de las cuentas del club. Allí habló de unos beneficios de 8 millones de euros hasta la fecha admitiendo que sin la venta de una parcela de la Ciutat Esportiva de Sant Joan Despí por 21,5 millones el balance habría dado “resultados negativos”. Paralelamente Boix cifró la deuda neta del club entre 250 y 260 millones de euros. Así concluía el laportismo.
Lo aseguraba El Confidencial.com: “El presidente del FC Barcelona pagará 30.000 euros mensuales a una empresa con sede en Suiza para garantizar la seguridad del club y la suya propia. Laporta llevó el tema a la última reunión de la junta del club y forzó la contratación de la compañía, que justificó diciendo que “soy un objetivo del terrorismo internacional”.
El portal añadía que la compañía “se llama BPI, ha sido creada hace poco y a ella están vinculados el magnate Rupert Murdoch, el fabricante indio de coches Ratan Tata y ex agentes del Mossad israelí (…) El FC Barcelona pagará a esta compañía 30.000 euros mensuales, es decir, 360.000 euros anuales para garantizar la seguridad de Laporta y revisar toda la seguridad del club. No deja de ser curioso que la nueva responsable de seguridad del FC Barcelona tenga su sede en Suiza, uno de los países que Laporta visita con frecuencia y sede también de algunas compañías de grandes amigos del directivo blaugrana. Entre ellas, la empresa Zeromax, del uzbeko Miradil S. Djalalov, para la que quiso hacer de intermediario en la compra del Mallorca, previo pago de la comisión correspondiente del 7%”. El Periódico, por su parte, desvelaba que “la empresa trabajaba para la entidad azulgrana desde hacía más de cuatro meses sin haber consultado a la junta”. Ese era el “modelo Laporta”, convencido de que el terrorismo internacionalle tenía situado en su punto de mira. ¿Sería por su condición de patriota catalán o por sus relaciones con Uzbekistán?
Lo que parecía una paranoia galopante llegó a un punto en que el diario Marca relacionó el 4 de marzo de 2010 a sus escoltas con el Mosad israelí, añadiendo que el presidente del Barça invertía anualmente 420.000 euros -35.000 euros semanales- en su seguridad atemorizado por un posible ataque árabe. Según informaba Luis F. Rojo en Marca. La empresa israelí, con sede en Suiza –qué casualidad- fue contratada por el presidente sin ponerlo en conocimiento del resto de la directiva, esa porción de personal que tanto le preocupaba otras veces, especialmente cuando necesitaba de su unanimidad para salirse con la suya.
MAÑANA, CAPÍTULO 58
Su relación con Bartomeu Muñoz / Movimientos en el Tribunal Català de l´Esport / El presidente, con Adidas / Se acabó la Delegada / Fin de fiesta sin intrusos / “El patito feo” / Comida de coco al senado / Los socios pagan la campaña a Godall / “Un país de cobardes” / Cuatro millones en jets privados / Tienen que avalar /
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