Respeto por el presidente / Rustu-Beckham, ¿ejemplos de transparencia? / ¿Qué costaron los despidos de ilustres empleados? / Colocar a Stoichkov / Ausencia vergonzosa en la visita de la NBA / Líos en el Palau / Los jugadores y el catalán / Objetivo, un mi
Sexto capítulo del libro "El lado Oscuro de Laporta", de Pedro Riaño, en el que repasamos todos los detalles del primer mandato de Joan Laporta como presidente del Barça para entender su comportamiento en la actualidad.
“¿Gaspart? Hay que tener respeto por todo el mundo y más si ha sido presidente del Barça y además lo está pasando mal. En principio, de las cuentas no se desprende ninguna irregularidad”. “Hay que tener respeto por todo el mundo, y más si ha sido presidente del Barça”. Eso lo debió aprender Laporta mucho después de haberse dedicado durante años y años a no respetar al presidente del Barça. De pronto le entraba un ataque de piedad. Cuántas situaciones desagradables, descalificaciones personales, actitudes agresivas y malos rollos nos hubiéramos podido ahorrar si Laporta y su grupo de desestabilizadores del Elefant Blau hubieran aplicado en su conducta esa norma recién incorporada de respetar a todo el mundo. Imagino que ese “todo el mundo” al que había que respetar no incluía a cualquiera que pudiera interponerse en su camino hacia la presidencia del FC Barcelona. Sorprende la flexibilidad y generosidad de Laporta con Gaspart después de haberse recorrido todos los platós de televisión, emisoras de radio y redacciones de periódicos levantando sospechas y denunciando irregularidades contables de su mandato. ¿A qué venía de pronto ese derroche de generosidad? Por esa época ya se había iniciado una entrañable relación de amistad entre Gaspart y Laporta, que vio en el ex presidente a un excelente introductor en los foros federativos españoles e internacionales.
El Crack 10 denunciaba que “el socio estaría encantado de saber qué relaciones hay entre el fichaje de Rustu y el compromiso que adquirieron su precandidatura y el Manchester United para la contratación de Beckham. Como se recordará, ambos jugadores comparten representante. Tampoco estaría de más que se supiera cuánto costó, si es que costó algo, la carta de los ingleses en la que se avenían a mantener conversaciones con el equipo de Laporta para el traspaso de Beckham”. Albert Perrín, que en su época de Elefant Blau se hartó de reclamar transparencia en las cuentas del sospechoso fichaje de Anderson, ahora permanecía mudo. Qué cosas.
“Puestos a hablar de transparencia –seguía El Crack 10- seguro que a los socios les gustaría saber qué pagó la entidad por los ceses de dos de sus ejecutivos, Javier Pérez Farguell y Ricard Maxenchs. A día de hoy es imposible saber si el Barça se gastó 42, 41 o 43 millones este verano para reforzar su plantilla. A nosotros nos parece perfecto que se sepa todo lo que ha pasado en el Barça en el pasado, pero también nos gustaría saber qué pasa ahora en el club. No puede ser que cada vez que vengan mal dadas o que el equipo pierde un partido se diga que todo es producto de la herencia del pasado.
También sería interesante que Laporta explicara qué ha cambiado en los últimos años en el Barcelona para que en su momento presentara un voto de censura contra Núñez y le criticara que los directivos del club fueran a la vez ejecutivos. Los directivos que fueron con él en la candidatura son ahora los ejecutivos del club. Se despidieron a los empleados de más alto rango y los directivos asumieron sus funciones. ¿En qué quedamos?
Y no estaría de más que se dejara de matar al mensajero cuando la crítica no le gusta al poder. Ahí está el caso de un radiofonista despedido de su medio (Marsal Lorente) y de un redactor jefe perteneciente al grupo periodístico mas influyente del país (Domènec Garcia), relegado a escribir de motor y otros temas colaterales cuando era y es un experto en temas del Barça.
También nos produce cierta inquietud que algunas personas que ahora trabajan para el Barça estén vinculados a empresas de familiares de directivos. Este es el caso del asesor jurídico Toni Freixa”. Preguntas sin respuesta. Como opositores exigían respuesta para todo. Como gobernantes sólo ofrecían silencio. Freixa mantenía entonces relaciones laborales con Alejandro Echevarría, el cuñadísimo.
El presidente Laporta nunca se arrugó a la hora de promocionar a los suyos, sus amigos de siempre: “No sé en calidad de qué, pero le ofreceré a Hristo Stoichkov volver al Barça”. Lógico teniendo en cuenta el historial como técnico de Stoichkov que, como Van Gaal con Holanda en 2002, no fue capaz de clasificar a Bulgaria para el Mundial 2006 y luego, para celebrarlo, llevó al Celta al descenso antes de ser cesado ya en Segunda División. Pichi Alonso tenía razón cuando afirmaba que la historia del Barça era algo más que el periodo del Dream Team. Pero es lo que había.
En una de sus muestras de soberbia más explícitas, Joan Laporta pasó olímpicamente de acudir al partido de baloncesto que los Memphis Grizzlies de Pau Gasol jugaron contra el Barça tricampeón en un Palau Sant Jordi lleno hasta la bandera, todo un histórico acontecimiento de intenso sabor blaugrana en la ciudad condal. Laporta prefirió irse por ahí, programando una junta itinerante que los rectores de la NBA consideraron una falta de respeto. Allí, en el palco del Sant Jordi, estaba David Stern, el comisionado de la NBA, y con él una excelente oportunidad para estrechar lazos y ampliar las relaciones institucionales. Pero a Stern le habían invitado otros, y ése, aunque fuera campeón de Copa, de Liga y de Europa, no era su Barça. Era el Barça de la mochila de Gaspart, el de la pesada herencia, un Barça que había que destruir para edificar otro, el suyo, sobre sus cenizas. El problema es que el suyo nunca consiguió ni mejorar la herencia ni causar entre sus incondicionales otra sensación que no fuera de vergüenza durante la mayor parte de su mandato. Y no fue precisamente por falta de talonario. Luego se extrañaría de que el Palau, su propio hogar, le declarase non grato premiando sus escasas presencias con pañoladas y exigiéndole la dimisión, como años más tarde ocurriría en el Camp Nou y en las urnas. El Barça será más que un club pero, para Laporta, lo que es seguro es que no fue un club de baloncesto. O lo disimuló muy bien, porque ofreció muestras sobradas de su escaso interés por este deporte.
Teniendo en cuenta la afición de Laporta por los viajes, seguramente hubiera preferido entrevistarse con Stern en Nueva York. No le motivó suficiente su visita a Barcelona o quizá simplemente no sabía quién era. Aunque, eso sí, cinco años después le faltó tiempo para montar una amplia comitiva y viajar a Los Ángeles para asistir en directo a dos partidos amistosos que el Barça de basket jugó allí contra los Lakers y los Clippers. Sencillamente, vergonzoso.
Años más tarde los socios financiarían otro viajecito del director general, Joan Oliver, a Estados Unidos para que se diera el gustazo de asistir a la fiesta del partido de la estrellas de la NBA en Dallas con el fin de negociar con los Lakers de Gasol un amistoso en Barcelona. También éste disfrutó en el Barça de los mejores año de su vida… a 800.000 euros anuales.
“Si conseguimos que los jugadores del primer equipo hablen catalán, la identificación del pueblo catalán con el Barça será mucho mas grande”, decía el presidente. Al margen de Kluivert, que se fue muy pronto, y algún atrevimiento puntual de Rijkaard, esta directiva también fracasó rotundamente en su esfuerzo por acercar el catalán al vestuario. De hecho, ni el amigo-socio Cruyff se esforzó por hablarlo después de 37 años comiendo de los catalanes. Es más, hasta se atrevió a considerar una inutilidad el empleo del catalán en el programa de Antoni Bassas en Catalunya Ràdio. Y el protegido Eto´o incluso llegaría a responder a una pregunta formulada por una periodista en catalán, exigiendo el uso del idioma castellano. Otra asignatura pendiente. Otra mentira.
Sobre el tema añadía Josep Maria Artells en Mundo Deportivo el 21 de septiembre de 2006 que "bienvenida sea la loable intención de la junta para que los Ronaldinho, Eto'o o Gudjhonsen se encuentren como en casa, pero la citada cláusula parece más bien introducida de cara a la galería. Una cláusula de escaparate, de pose, que queda muy bien para conmover a ciertos sectores del barcelonismo. Sin levantar tantos aspavientos, Joan Gaspart, que ya es decir, promovió un convenio entre el club y la Generalitat en 2002 para que todos los jugadores profesionales de las plantillas del Barça que lo desearan pudieran aprender catalán. A las clases, que se desarrollaban en la sala vip del palco, acudieron Luís Enrique, Saviola, Dragan Skrbic, Antonio Carlos Ortega, Andrei Xepkin, Mikel Aguirrezabalaga, Laszlo Nagy y Rodrigo de la Fuente. Nada se especificaba en sus contratos y casi todos ellos tuvieron una identificación plena con el club y Catalunya".
Aseguraba Laporta con ese punto de demagogia que le caracteriza: “Mi sueño es llegar al millón de socios. Hay 5,5 millones de seguidores del Barça en el estado español. Si en 15 días tenemos 3.000 socios más, por qué no podemos tener 10.000, 100.000 o un millón más. Si fuésemos un millón de socios, ingresaríamos 100 millones de euros”. Se trataba de impulsar el proyecto del Seient Lliure puesto en marcha por Núñez. El millón soñado se quedó en 170.000 socios seis años después, al término de su mandato, gracias a la eliminación del pago de tres anualidades a fondo perdido exigido hasta entonces, y siempre y cuando los bebés que son dados de alta por sus padrinos renueven el carnet. Pues eso, si en 15 días tenemos 3.000, lo normal, de acuerdo con la lógica de la ingeniería financiera del Barça de Laporta, era que en 1.500 días tuviéramos 300.000 o…un millón. Eran los números de este nuevo equipo de gobierno que aspiraba a descubrirlo todo dando lecciones a los demás (“Que n´aprenguin”). Una vez más el abogado Laporta demostraba su incapacidad para medir sus palabras con sensatez.
A los 100 días de gobierno El País informaba de que su cuñado Alejandro Echevarría, el mismo que fue ocultado en la campaña electoral, asesoraba en la gestión de varias áreas del club. ¡Qué curioso! A los 100 días Laporta descubría que se le olvidó incluir a su cuñado en la lista de su candidatura. Y como admitía su equivocación por no caer en la cuenta, ahora le daba plenos poderes como asesor externo en varios departamentos del club a la espera de colarlo en la junta apelando al voto de 300 compromisarios fatigados en la siguiente asamblea.
Decía entonces, ya asumidas sus funciones como presidente, que la nueva junta había eliminado 600 pases de favor del palco. ¿Cabían tantos gorrones en el palco? No hay duda de que cerró el grifo de los pases de favor del nuñismo y el gaspartismo. A fin de cuentas sus titulares no eran sus amigos. El laportismo llevaba tres meses de uso y disfrute del Camp Nou y seguramente no había dado tiempo todavía de avisar a amigos y compromisos. Pero eso se solucionó rápidamente. El palco y el antepalco, durante los descansos y al final de cualquier partido, cuando llegaba el momento de los canapés, registró mejor entrada que nunca de aprovechados y privilegiados y, además, el “pesebre” era mejor y más abundante. A los amigos hay que tratarlos siempre bien, que la vida es muy larga y da muchas vueltas. Lo pensaba Gaspart y lo pensó Laporta exactamente igual. El problema es que a estas alturas ya nadie hablaba de privilegios en el palco. Era perder el tiempo, ya no estaban los de antes. Lo que años más tarde no explicaría es por qué sustituyó esos 600 pases de favor por muchos más de su círculo de aduladores, con entrada asegurada al palco y derecho a los canapés y las copas en los descansos. Un espléndido reportaje realizado por el departamento de deportes de TV-3 detallaba lo que le costaba al FC Barcelona abrir el Camp Nou en la primera época de Laporta. El dato más espeluznante venía dado por los 54.000 euros que el club invertía en canapés para sus invitados en cada partido. Uno entiende que haya invitados a los que se deba agasajar cumplidamente. ¿Pero hacía falta gastar 54.000 euros en champán francés, vino y canapés? ¿No podíamos haber destinado también un 0,7 % de ese gasto en canapés a acciones solidarias en el Tercer Mundo? Unos, comiendo a dos carrillos. Otros, pasando hambre. También en esta faceta el Barça creció, y mucho, con respecto a su pasado reciente. Con Laporta en el palco y sin los 600 gorrones de Gaspart se comió más y mejor.
Alfons Godall sostenía el 21 de julio de 2003 que "antes los directivos eran de café, copa y puro, con plaza de parking y silla en el palco. Ahora no, ahora casi vivimos en el club". Le faltó agregar que, además de fracasar en el intento de acabar con esa tradición, con Laporta se añadían a la condición de directivo las prebendas en el reparto de entradas y una manga más ancha para los viajes, incluyendo tratos de favor para los amigos. ¿Querría decir Godall que ya en esa época ya nadie se ponía como un bacó? ¿Entonces, los directivos del laportismo ya no tenían parking ni se sentaban en el palco ni viajaban por el mundo a cuenta de los socios? ¿Y eso del escandaloso coste del catering del palco en cada partido era un invento de los nostálgicos, las fuerzas del mal o de algún contubernio judeomasónico? Respecto a lo de que entonces los directivos casi vivían en el club lo diría por alguno o algunos, que se podían contar con los dedos de una mano. Los otros seguían con su parking y su localidad de palco a cambio de algo tan sencillo como decir que sí cuando se les preguntaba algo de vez en cuando en la sala de juntas. Mientras tanto ejercían sin complejos su papel de “número” dentro de la directiva. Por suerte siempre encontrarían a algún periodista a quien intoxicar. Por ejemplo, Marcos López, de El Periódico, que escribía el 21 de septiembre de 2003: "Es cierto que en el palco hay mucha menos gente que la pasada temporada. Ha dejado de ser una rambla de amigos llenos de privilegios”. Un año más tarde, el 11 de septiembre de 2004, podía leerse: “la junta cierra el palco a la prensa. Se está ampliando el palco y no cabe la prensa”. ¿Sería por culpa de los privilegiados amigos del nuevo orden?
Mañana, capítulo 7
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