Ni Font ni Freixa fueron capaces de sacarle a Laporta los colores por sus fechorías durante su mandato presidencial.
Se lo podían haber comido con patatas, pero le dejaron salir vivo. Joan Laporta vendió humo en el debate final y sus adversarios no aprovecharon la oportunidad para dejarle desnudo con sus miserias al aire.
A Víctor Font se le vio como a un candidato prefabricado. Dominando la teoría, pero sin pegada. Como el presidente del Barça ideal para que Florentino Pérez mangonee a su antojo el patio del fútbol español y europeo. Y Toni Freixa, más puesto y más experto, tampoco fue capaz de saltarle a la yugular para dejarle en evidencia.
Laporta, el de siempre, se defendió ante los tímidos ataques de sus oponentes recurriendo al "trilerismo" que practican contra él. Pero en el plató de TV3 no hubo más trilero que él. Cuando Víctor Font jugaba con los nombres de Xavi, Jordi Cruyff y Benaiges, aseguró que él ganó las elecciones en 2003 sin necesidad de vender humo. Y nadie se atrevió a recordarle que en 2003 ganó las elecciones engañando a los socios con la gran mentira del fichaje de David Beckham en la que incluso participó Johan Cruyff.
Cuando Laporta echó en cara a Víctor Font que a la presidencia no se llega con powers points sino con experiencia de mando, nadie le recordó tampoco que él se vendió en 2003 como el presidente de la directiva del power point. Porque ellos, jóvenes sobradamente preparados, representaban el futuro y las nuevas formas.
Cuando Freixa le cuestionó la nefasta herencia que dejó a sus sucesores, Laporta le recordó una alineación que dejó en la mochila: Víctor Valdés, Puyol, Xavi, Iniesta, Messi... Tampoco se atrevió nadie a recordarle que esa herencia ya la recibió él de Núñez y Gaspart... y Van Gaal. Ni que con esa herencia el Barça ganó títulos y también protagonizó muchos ridículos. Jugadores de primer nivel (heredados) y fracasos estrepitosos.
Hubo poca memoria y Laporta se aprovechó de ello para vender la mejor versión de su Barça, la del sextete, aunque tampoco le recordó nadie sus años de autocomplacencia, con temporadas en blanco a pesar de disponer de una plantilla de película. Tampoco le recordaron la moción de censura que ganó con más del 60% de los socios en contra, ni sus mentiras con la publicidad, ni sus chanchullos en los repartos de entradas para las finales, ni el episodio en el que se quedó en calzoncillos en el aeropuerto, ni la entrada de su cuñado fascista en su junta independentista, ni sus salidas de tono en Luz de Gas, ni sus novias empleadas en el club, ni sus espionajes a los jugadores y a sus propios directivos, ni su venta de patrimonio, ni su avión privado pagado por los socios, ni las facturas del restaurante Drolma pagadas también por los socios... Laporta se aprovechó de que sus rivales no tienen memoria.
Laporta estuvo despierto cuando Font quiso ponerse en modo "presidente de todos" agradeciéndole lo mucho que hizo por el Barça. Ahí estuvo rápido: "Pues vótame". Aunque estuvo torpe la única vez que sudó en el debate, cuando Font le preguntó: "¿Cuántas Champions había ganado usted cuando venció en las elecciones de 2003?" Ahí pudo haber respondido: "Una menos que el Barça en toda su historia, pero conmigo llegó el festival".
Laporta se adjudicó el mérito de que Messi no se fuera del Barça en agosto. "Hablé con él y le convencí". Hechos y no palabras. Más humo. Freixa le respondió: "¿Así Messi sigue en el Barça gracias a ti y tu poder de convicción?". Y trató de restarle prepotencia a su golpe de soberbia: "él tiene suficiente personalidad para decidir". Pero no siguió por ahí y acabó dándole las gracias por su intervención: "Hiciste bien, Joan".
Font vendió cambio ilusionante, como el de Laporta en 2003. Freixa vendió experiencia y conocimiento futbolero. Y Laporta vendió sextete y cruyffismo. Sectarismo. Su mandato tuvo muchas luces y todavía más sombras. Pero en la memoria colectiva sólo permanecen las luces.
Sus siete años fueron nefastos a nivel de gestión y junto a los éxitos deportivos también se produjeron sonoros fracasos derivados de la ineficacia gestora de un presidente más pendiente de ponerse como un bacó en el Drolma a 250 euros el cubierto a la salud de los socios que de sentar las bases de un club poderoso. Se le fueron hasta 15 directivos hartos de su estilo y fue incapaz de vertebrar una candidatura continuista ganadora. El socio estaba harto y necesitaba aire nuevo para acabar con la polución que Laporta había incorporado al club.
A Font y Freixa les sobraban argumentos para desmontar al "trilero" Laporta. Pero le dejaron salir vivo y ahora tendrán que aguantarle seis años escuchando lo del "Que n´aprenguin". Después de fracasar en su asalto al mundo de la política, Laporta volverá al Barça a seguir vendiendo humo ante quienes no habrán digerido lo que parece evidente: su triunfo electoral.