Al margen de sus errores de apreciación, no se dignó a reflejar en el acta ni la agresión a Cillesen ni los cánticos vejatorios que retumbaron desde la grada de Cornellà.
La actuación de Burgos Bentgoetxea en el derbi copero que anoche enfrentó al Barça y al Espanyol en Cornellà es de premio. Sí, de premio. De la misma manera que a Hernández Hernández el Comité Técnico de Árbitros le nombró el año pasado "mejor colegiado de la temporada" por negarse a dar como gol el balón que Luis Suárez envió 57 centímetros más allá de la línea de gol en el campo del Betis, a Burgos Bengoetxea le pueden dar el Nobel del arbitraje español.
Burgos Bengoetxea no pudo hacerlo de manera más sibilina, incluso señalándole un penalti al Barça. Se tragó otro de libro a Sergi Roberto, se comió una amarilla a Aaron que hubiera significado su expulsión cuando cortó al borde del área un avance del mismo Sergi Roberto, que se quedaba solo delante del portero, mientras que la misma acción en laotra área le significó una amonestación a Rakitic. No le enseñó a Víctor Sánchez la tarjeta amarilla hasta el minuto 85, pese a que ya no tenía que haber acabado la primera parte por sus entradas de tarjeta reiteradas...
Un desastre en toda regla. Pero lo peor llegó al final. Un objeto impactó sobre el rostro de Cillesen y, a pesar de verlo, a pesar de ser el hecho denunciado por el portero holandés, Burgos Bengoetzxea no se dignó a reflejarlo en el acta. Como tampoco redactó en la misma ninguna alusión a los cánticos groseros, vejatorios e indecorosos que durante todo el partido y de manera masiva se gritó desde la grada para insultar a Piqué, Leo Messi y el Barça. Burgos Bengoetxea fue designado para dirigir el Espanyol-Barça y parece que no estuvo en el campo.
Seguramente por eso, porque no se enteraba, o no se quería enterar, de lo que sucedía en el terreno de juego, las estadísticas le dejan retratado. El Barça tuvo el 72% de posesión de balón y el Espanyol el 28%. Es decir, que si el Barça tuvo 72% el balón quiere decir que sólo pudo cometer faltas durante un 28% del tiempo. Pues bien, a pesar de esa proporción de 4 a 1, el Espanyol cometió 18 faltas y vio 4 tarjetas. El Barça, en cambio, cometió 7 faltas y vio 5 tarjetas amarillas. Un reparto que habla por sí solo de que el mejor jugador del Espanyol en Cornellà fue el árbitro.
Lo de no enterarse de lo que sucedió en la grada, memorable. Sencillamente, de premio. Se lo ha ganado.
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