Portugal se rebeló contra España y se separó de ella y ahora muchos aficionados españoles celebran con más fervor sus éxitos que los de La Roja.
En pleno debate acerca de la españolidad de Gerard Piqué y la posición del FC Barcelona sobre Cataluña y España, llama la atención el mensaje cargado de nacionalismo del portugués Cristiano Ronaldo en forma de chinita a Piqué: "Orgulloso de estar aquí", con la selección portuguesa, ha dicho en su cuenta de twitter. Un ejemplo a seguir por Gerard Piqué, opinan los encargados de moldear la opinión de la ciudadanía española.
El gesto de Cristiano Ronaldo, orgulloso de su "portuguesidad", ha sido puesto como ejemplo de nobleza y patriotismo para restregárselo por la cara al interesadamente "separatista" Piqué. Normal. Existe en Madrid, en el madridismo y en el Real Madrid una simpatía exagerada hacia Portugal, el país de su mesías. En Las Rozas vimos a seguidores de la selección española insultando a Piqué enfundados con la camiseta de Cristiano Ronaldo, que como españoles les representa mejor. Es tal el fervor patriótico que siente el madridismo hacia Portugal que su masa de seguidores celebró el triunfo luso en la última Eurocopa con más pasión que si lo hubiera logrado España. Y no queda claro hacia dónde decantaría la hinchada blanca sus preferencias en una hipotética final del Mundial que enfrentara a España con Portugal.
La reflexión paradójica sobre esta realidad proportuguesista que reina en el Real Madrid y buena parte de España es que, pasados 377 años, las heridas abiertas por el "separatismo" portugués respecto a España han cicatrizado de manera espectacular. Portugal, en 1640, como un importante sector de la población catalana ahora, no quiso seguir formando parte de España y se rebeló contra el acuerdo de las Cortes de Tomar en 1581, que reconocía al monarca castellano Felipe II como rey de Portugal, una situación que se mantuvo con su hijo Felipe III y su nieto Felipe IV hasta que los portugueses dijeron basta y, aprovechando que lo mejor de las tropas españolas se encontraba en Cataluña sofocando la revuelta de Los Segadores, primer capítulo de una larga historia de reivindicaciones catalanas, proclamaron su independencia sobre España. Curiosamente, el detonante del "golpe de estado" portugués fue el deseo del valido de Felipe IV, el Conde-duque de Olivares, de enviar tropas portuguesas a luchar contra los sublevados catalanes, algo a lo que se negaron los portugueses.
Portugal cambió de rey y colocó al suyo, Juan IV, obteniendo rápidamente el reconocimiento internacional, después de numerosos conflictos que generaron en la población lusa desobediencia hacia España, especialmente en sus colonias.
Es historia, sólo historia. Pero historia real. Y no deja de resultar curioso el amor que especialmente en Madrid se ha instaurado por Portugal, un país que en el pasado, usando la terminología actual, pecó de golpista, secesionista, sedicionista y traidor a la unidad de España. El dato permite mirar las reivindicaciones catalanas con perspectiva. Portugal se negó a unir su destino al de España, pero el tiempo ha cicatrizado las heridas hasta el punto de que un futbolista descendiente de aquellos "golpistas" portugueses contra España en 1640 no sólo se ha convertido en leyenda entre una parte de la población española, madridista y contraria a las reivindicaciones catalanas, sino que ha generado una corriente de simpatía y amor hacia todo lo portugués que no deja de ser contradictoria vista la situación actual.
Evidentemente, ha sido necesario el paso del tiempo para llegar a esta normalidad, a la "normalidad" entre comillas que significa que en España se pueda idolatrar a un portugués que ama a su país, el país que se rebeló contra España, y que además presume de ello ante el aplauso español generalizado mientras se crucifica a un español de su propia selección. ¿Alguien puede asegurar que dentro de 300 años no podría suceder lo mismo con un catalán defendiendo como extranjero y con plena normalidad los intereses del Real Madrid, por ejemplo el Piqué de la época? De momento, lo que hay es que en Madrid se aplaude a Cristiano Ronaldo por sentirse muy portugués y se insulta a Piqué... por partirse la cara por la selección de España. Una cosa queda clara, el Real Madrid y el madridismo honran y veneran el separatismo portugués histórico a través de Cristiano Ronaldo con el mismo ímpetu que condenan las reivindaciones catalanas en la actualidad. Son las paradojas del fútbol. El "separatismo" también se puede servir a la carta, según convenga.
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