Leo había pactado con Guardiola jugar los últimos minutos del partido. Y el público lo agradeció porque el Barcelona de los canteranos no acababa de convencer. La primera parte había sido sumamente aburrida con apenas dos jugadores titulares en el equipo. No era el Barça de cada jornada, el Barça espectacular que viene actuando en las últimas temporadas. Por eso, hacía falta una chispa de inspiración. Y la chispa la puso Leo Messi. En cuanto apareció en el campo se hizo la luz y el Barça pareció encontrar el camino de la portería contraria que apenas había buscado en la primera parte.
Leo encadenó una serie de jugadas marca de la casa que sembraron el pánico en el área rusa. Y el Barça volvió a parecerse a sí mismo. Le faltaba al equipo un toque mágico, el toque de Messi, ese toque que le confiere una personalidad especial a un equipo que puede presumir y presume de tener al mejor jugador del mundo. Guardiola lo sabe y quiso recompensar a los 50.000 aficionados que se acercaron al Camp Nou con el mejor de los regalos: Leo Messi.