Pedro Riaño
Algo muy gordo se esconde detrás de la renuncia de Sandro Rosell. Algo más consistente que las amenazas a él y a su familia que ha hecho correr por boca de otros y sin dar la cara, su especialidad. Núñez, Gaspart y Laporta sufrieron amenazas. Y él las ha padecido también. Eso forma parte del cargo. Y él no lo ignoraba, porque ya sabía dónde se metía cuando decidió presentarse a la presidencia. Entre otras razones porque sin ser presidente ya convivió con amenazas y detectives.
La excusa de las amenazas, condenables por supuesto, no le permite librarse de la sospecha que deja el hecho de que el demandante se plantee ahora retirar la querella. Suena a chantaje: tú te vas, yo me olvido del asunto y todos contentos. El abogado de Jordi Cases se da ya por satisfecho con el objetivo cumplido. Se trataba de echar a Rosell y la prueba está superada. La verdad, los chanchullos, las irregularidades que se hayan podido producir en el caso Neymar ya poco importan. De hecho no había más propósito que el de derrocar a Rosell. Y ahora todo será más fácil para quien esté detrás de este folletín surrealista.
Rosell ha fallado al electorado y ha incumplido su promesa. Ha huido con cobardía, sin explicarse, como en él ha sido habitual durante todo su mandato. Y ha decepcionado tanto al barcelonismo que su fuga supone un lastre para la credibilidad futura de esta junta, que es la suya. Cuesta creer que alguien que tanto ha luchado por llegar a la presidencia del FC Barcelona pueda marcharse de esta manera por culpa de cuatro amenazas, según cuentan sus voceros, que no él. Algo no explicado debe haber para justificar una decisión desproporcionada. Algo que se escapa al ejercicio de transparencia que sí ha hecho Bartomeu en su primera rueda de prensa.
Es cierto que Neymar ha costado los 57,1 millones que él dice. Tan cierto como que eso, sumado a esto, a lo otro y a lo de más allá, todo relacionado con la operación, se va a los 100 millones. Y eso no es fácil de explicar cuando se va presumiendo de austeridad con las fotocopias. Debe ser tan difícil que el propio Rosell no ha sabido hacerlo y se ha rendido.
Es una pena, porque en su gestión nadie le encontrará en calzoncillos en el aeropuerto, ni aparecerá Franco, ni novias en nómina, ni cuñados, ni primas, ni espías, ni fiestas con señoritas que fuman ni le verán rociándose champán por la cabeza. Su talante presidencial no se ha correspondido con el entusiasmo que levantó su nombramiento, pero, salvo síntomas de debilidad y carencia de firmeza ante determinadas situaciones, ofreció siempre una imagen señorial. Quizá no ha dado a los barcelonistas motivos para presumir de presidente, pero tampoco les ha avergonzado.
Por eso sorprende un final tan triste. Leyendo un papel que le ha escrito otro, sin aceptar preguntas y sin aclarar nada. Su gran problema ha sido la comunicación. Por no saber explicar, no ha sabido ni explicar su adiós. Se le dio mucho mejor el papel de instigador en la sombra cuando conspiraba contra Laporta aunque, como siempre, sin dar la cara. Eso nunca fue su fuerte. Y ha estado corto de reflejos porque lo que queda es que Bartomeu ha sido transparente y él no. Si se trataba de conseguir la luz verde del padre de Neymar para explicar las cuentas del fichaje de su hijo, ahí le faltó cintura. ¿Era necesario que dimitiera para que Papá Neymar aceptara publicitar sus vergüenzas?
Se pasó cinco años en las trincheras hostigando a Joan Laporta. Pero Jan se apagó como presidente en la cama, de muerte natural. Las hizo muy gordas, pero no pudo con él. Tuvo que esperar a que acabara su mandato. En cambio, los que no le quieren bien a él, han conseguido su liquidación en un plis plas, lo que confirma que el amigo Jan era bastante más consistente que Sandrusco.
Lo que queda es que Rosell es un presidente que ha mentido a sus socios con Neymar, de quien siempre aseguró que no era el mejor pagado de la plantilla. Con la partida A y la B y la C y la D, entre Neymar, su padre y el espíritu santo salen unas cifras por las que Messi mataría. Y lo que deja es un tufo de misterio que da pie a muchas conjeturas. Algo muy serio ha tenido que pasar para que renuncie a un caramelo por el que ha luchado durante años. Y lo deja líder, con un balance envidiable de títulos, con el Madrid en blanco, saneado económicamente, sin crítica mediática y sin oposición institucional, sin Elefants Blaus que le pudieran hacer la vida imposible. En la batalla de un socio contra el presidente hay algo más que se nos escapa. Y no es un tiro en la puerta ni una amenaza. Algún día se sabrá por dónde lo tienen pillado.
No es habitual que un mosquito tumbe a un elefante, pero en el Barça de Rosell hasta eso es posible.
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