La primera Champions la logró Mourinho con el Oporto beneficiándose de errores arbitrales que le fueron favorables, como la inaudita expulsión de Andrade que le permitió al Oporto alcanzar la final en Riazor.
Luego, con el Inter, disfrutó de un escandaloso arbitraje favorable en Stamford Bridge, en donde al Chelsea le escatimaron tres penalties. Y luego, el show de Benquerenza, su paisano, en la semifinal de San Siro contra el Barça, donde le concedió al Inter un gol en clarísimo fuera de juego que nació en una flagrante falta a Messi que no fue señalada. Luego vendría un penalty a Alves que, por supuesto, el árbitro no vio. Los títulos de Mourinho, pues, están manchados de vergüenza, pero a él sólo le dan vergüenza los títulos de los demás. Cuando el beneficiado es él -como ocurre casi siempre- no se da por enterado.