Más cerca de los patrocinadores que de los socios
Ramón Besa hacía su valoración sobre la actuación de Laporta en el Congreso de Penyes en El País del 8 de abril de 2008: “Al final, se ha subrayado más el perfil de Laporta como cabeza de Elefant Blau, grupo opositor al ex presidente Josep Lluís Núñez, que el de líder que agrupó a distintas tendencias barcelonistas en los últimos comicios.
Laporta ha perdido capacidad de seducción por el desgaste de una acción de gobierno complicada y que a veces le ha situado más cerca de los patrocinadores que de los socios, de la política que de la dirección deportiva, del consejo de Cruyff que de cualquier sugerencia técnica.”
El auténtico Laporta
Las conclusiones de los miembros de la oposición civilizada fueron las siguientes: "Con una cámara delante procura hacer el papel de persona afable, pero cuando las cosas se tuercen se dispara y todo este discurso de talante democrático desaparece", dijo Jordi Majó. Para Minguella se vio "al verdadero Laporta, la persona incontrolable que se baja los pantalones y entra en el club abriendo las puertas a patadas y chillando". Para Medina el discurso fue "incomprensible porque él es la persona que más oposición ha hecho en la historia del Barça (…) Este es el Laporta más auténtico, más real, el Laporta más visceral, más intransigente, más crítico y que menos acepta las críticas (…) Se presentó como un nuevo Kennedy y ahora parece el nuevo Chávez (…) Es como si Zapatero saliese en un congreso del PSOE y dijera que está harto de leer El Mundo y escuchar la COPE".
La culpa es de los periodistas “malos”
Lluís Mascaró, siempre en el bando de los “buenos” barcelonistas, sí entendió el mensaje de Laporta: “Atacó, sin nombrarlo, a un sector muy concreto de los medios de comunicación. Aquellos que nunca han podido asumir que un ‘intruso’ como él haya llegado a ser el máximo dirigente de una institución como la blaugrana. Me extrañaría que el presidente del Barça no recibiera hoy un montón de palos de todo el entorno periodístico que se sintió aludido. Esta mañana, Laporta almorzará con una serie de artículos de opinión que le pondrán de vuelta y media. Pero a él no le importa. Dijo lo que tenía que decir porque le vino de gusto hacerlo. Le salió de dentro y no midió las consecuencias de su discurso. Quería lanzar un mensaje de optimismo ante un final de temporada muy complejo. Pero le salió una ‘declaración de guerra’ en toda la regla”. El problema, claro, no era el equipo ni la gestión que se había hecho de un grupo humano campeón. El problema era el que provocaban quienes no habían asumido que un “intruso” dirigiera el Barça. Pues precisamente de eso estaba harto el socio, de las absurdas confabulaciones judeomasónicas esgrimidas como excusa para tapar los propios errores. El socio demostraría en fechas muy próximas que ya no aceptaba los montajes que le organizaban los embaucadores oficiales del laportismo, los que decidían que la noticia en l´Hospitalet, en el encuentro con las peñas, era que “el presidente pidió el apoyo de la afición contra los críticos”. ¿Y por qué había que pedir apoyo para enfrentarse a nadie? ¿Por qué había que dividir al barcelonismo entre buenos y malos? ¿Por qué los críticos tenían que ser los malos y los palmeros los buenos? ¿Los buenos eran los que aplaudían al presidente mientras el club se enrocaba en el inmovilismo? ¿Era eso lo que le convenía al club? ¿Por qué había que ver contubernios paranoicos detrás de cualquier crítica? ¿Pensaría Laporta que los demás podían llegar a ser tan malintencionados como lo fue él en su época de opositor? Sólo la aparición de la "vírgen" Guardiola salvaría al barcelonismo del caos.
El repartidor de carnets de barcelonismo
Josep Capdevila, compañero de Mascaró en Sport, pero sin línea directa con el puesto de mando, lo veía de otra manera: “Lo que no puede hacer ningún presidente es decidir quién merece considerarse aficionado de su club y quién no. Y si no lo puede hacer ningún presidente, usted tampoco. Usted no es nadie para decidir si yo, el vecino o quién sea, es barcelonista o no.
Que la gente no comulgue con sus palabras o sus ideas no significa que no sea barcelonista. Si eso fuera así, deberíamos considerar que usted, como mínimo hace unos años, no era barcelonista. Porque usted, ¿lo recuerda? se hartó de criticar a un presidente que se llamaba Josep Lluís Núñez. Y probablemente tuviera razón en hacerlo. Pero también es verdad que los que ahora no piensan como usted, también pueden tener razón. Y no por ello dejan de ser barcelonistas.
No quiera desviar la atención. No cargue la culpa en el entorno, que no es ni quien mete los goles, ni quien toma decisiones. Y eso precisamente, decisiones, es lo que espera la gente. Y no que vaya por el mundo repartiendo carnets de barcelonismo”.
La primera pañolada
Y el socio respondió a la primera oportunidad con una pañolada en el Camp Nou. El 7 de abril de 2008 podía leerse en Sport: “El número de descontentos es mucho mayor por mucho que puedan alegar que la asistencia de ayer en el Estadi fue de las más bajas de la temporada -por poco no se llegó a los sesenta mil- y que buena parte de la afición ya se había ido para casa a esas alturas del partido. Que los seguidores abandonen el barco con 0-0 también es un síntoma de hartazgo y discrepancia por mucho que sea una protesta silenciosa. En cualquier caso, es evidente que los que se quedaron hasta el último minuto, lo hicieron para animar al equipo hasta el final, pero también para darle un toque de aviso a la directiva. Los pañuelos, de forma mayoritaria, se dirigieron al palco y no al terreno de juego o al banquillo.
El descontento de ayer refleja, también, la desaprobación por la torpeza del club para gestionar problemas que se arrastraban desde la pasada campaña. El verano catárquico y de regeneración se ha transformado en primavera prerrevolucionaria". Y Josep Maria Casanovas añadía: “Los pañuelos y los pitos están más que justificados. Al final, los aficionados que habían apoyado de forma constante al equipo, no pudieron más y explotaron con toda la razón del mundo…Es la crónica de una muerte anunciada…Lamentable”.
Las protestas eran para el palco
Santi Nolla sostenía ese día en Mundo Deportivo que los pañuelos eran para el palco, “No iban sólo dirigidos a los jugadores, sino también al banquillo y al palco. La primera pañolada de la era Laporta fue de indignación por una temporada y media más que por empatar con el Getafe. El Barça volvió a desperdiciar otra oportunidad de oro y ahora no se puede culpar a Ronaldinho como se ha hecho a lo largo de toda esta campaña y la gente empieza a ver que hay algo más y no quiere dejarse embaucar.
Los gritos pidiendo la dimisión de Joan Laporta no son gratuitos, indican que hay descontento con la gestión. Se le puede echar la culpa a Ronnie o a la prensa, pero lo que la gente demuestra es que no está contenta con la marcha del club.
El presidente y esta Junta deberían tomar nota y no echarle la culpa a otros. Lejos de la autocomplacencia hay que hacer también autocrítica. La primera gran pañolada de la era Laporta fue, sobre todo, al palco. La gente del Camp Nou quiso dejar claro ayer que la línea no era la correcta”.
Altercados contra Laporta
Al término del Barça-Getafe en el Camp Nou, el primer partido disputado tras la polémica “actuación” de Laporta ante las peñas y saldado con empate a cero, un par de centenares de aficionados se reunieron en la salida del palco para mostrar su indignación contra el modelo de gestión de Laporta, reclamando su dimisión con gritos de «¡Sinvergüenza!», «¡Sal ahora a dar la cara!», «¡Laporta dimisión!» o «¡Barça sí, Laporta no!». La respuesta de Laporta: “Sigo pensando que aún podemos ganar esta Liga. Este campeonato está muy confuso, y parece que nadie lo quiera ganar”. En ese momento el Barça estaba a 7 puntos del Madrid y quedaban pocas jornadas para el final del campeonato, las suficientes como que el equipo de Rijkaard acabara tercero a 18 puntos del conjunto de Schuster y a 10 del Villarreal, dato éste todavía más sangrante.
”Cuatro criaturas”
Los aficionados estaban ya hartos de la autocomplacencia de la directiva y de la autogestión del vestuario. Y se expresó en el antepalco al término del partido. Víctor Patsy cubría la información en TV3 y hablaba de “cuatro criaturas”, del “efecto mirón” y de que “en cuanto se van las cámaras desaparece la gente. Nada importante”. Los gritos contra Laporta no eran importantes. Luego añadió que convenció a sus cámaras y a los demás para dejar de filmar y, efectivamente, la gente se fue. Interesante experimento sociológico de quien acude al lugar a informar y no a salvarle la cara a nadie. Xavi Torres, por su parte, se congratuló de que la cosa no pasara a mayores y de que no hubiera crisis. Así se explicaba la historia de la pañolada y los gritos de “Laporta, dimisión” en TV3. Autocomplacencia en estado puro, muy en la línea marcada por el presidente.
MAÑANA, CAPÍTULO 38
“No somos como su chofer” / “No ha fracasado” / “Al loro con el arrebato de Laporta” / Descontrol absoluto / Incidente con un seguidor / Pierde los nervios en Old Trafford / Se esconde / “Iban de farol” / “¡Laporta, dimisión!” / Encadena otro fracaso / Esquerra Republicana cierra filas / Conspiraciones, amenazas, detectives, robos…
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