Carlos Muñiz A Leo Messi se le atraganta el Real Madrid. Atrás han quedado sus gestas goleadoras ante el equipo blanco. En los últimos tiempos la defensa del Real Madrid le ha tomado la medida hasta el punto de desactivarlo y sacarlo del partido. Ayer volvió a suceder. Se repitió la historia de los últimos cinco clásicos en el Camp Nou: Messi jugó pero no estuvo. Messi encadena con el de ayer nada menos que seis clásicos sin ver puerta. Eso, en un goleador como él, empieza a ser preocupante y parece ofrecer indicios de que el crack argentino ha iniciado su declive y que para él cualquier tiempo pasado fue mejor. Ayer ni se le vio. No ganó un sólo uno contra uno. Apenas un disparo inofensivo entre los tres palos y una única ocasión de verdad, que acabó fuera por poco. Y poco más. Messi ni fue el líder que debería tirar de sus compañeros por la ficha que cobra, echándose el equipo a la espalda, ni fue el resolutivo goleador que resuelve los partidos cuando se complican. Se perdió en la espesura de la mediocridad general de sus compañeros. Messi no marca en un clásico desde que rebasó a Alfredo Di Stéfano en el recuento total de goleadores históricos en la temporada. Ese día marcó un hat trick, aunque engañoso porque dos de sus goles fueron de penalti. Desde entonces, Messi se ha escondido en todos los clásicos. En la temporada 2014-15 los goleadores culés en los clásicos fueron Neymar, Mathieyu y Suárez. Y en la pasada temporada fue suplente en el 0-4 del Bernabéu y estuvo desaparecido en el 1-2 del Camp Nou. Algo está pasando con Messi. Ya no es el que era. Y lo va a comprobar en breve, cuando sean adjudicados los premios del Balón de Oro y The Best.
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