Pedro Riaño
Hace tres días Sandro Rosell se reía de los periodistas en una comparecencia pública ante una prensa a la que él mismo había convocado.. Reía y lanzaba miradas y comentarios de complicidad a su fiel escudero Toni Freixa. "Qué tontitos son", parecía susurrarle tapándose la boca, "les digo que no voy a hablar del fichaje de Neymar y ellos insisten, no entienden nada". Y su fiel Sancho Panza allí estaba, dispuesto a salir al quite y a responder con un "otra pregunta" cuando lo que preguntaban los periodistas no le gustaba. Un canto a la libertad de expresión.
Pues bien, el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. Parece que los periodistas el pasado lunes eran más conscientes que el propio Sandro Rosell de la dimensión que estaba adquiiendo el caso Neymar. Por eso querían saber, porque el socio, los aficionados, tienen derecho a saber sobre el comportamiento de su presidente. Por eso el aficionado, los socios, quedaron miuy decepcionados cuando el presidente se tomó a chirigota las preguntas serias de los periodistas, que a fin de cuentas no hacían otra cosa que trasladar al presidente la preocupación que se estaban generando sus actos en la calle.
Pero el presidente optó por las risitas y por mofarse de la profesión periodística en la rueda de prensa más patética que se recuerda en la historia del club. El tema no era lo suficientemente importante y no valía la pena responder. Ya lo haría ante el juez, al que retó con chulería para que aceptara la querella a trámite y le llamara a declarar. La querella está aceptada y a él le ha entrado un canguelo tal que ha optado por dimitir. Lo que confirma que aquellas no eran risitas de suficiencia, de control de la situación, sino risitas de cobardía y pocas ganas de contestar sobre algo que se le estaba escapando de las manos.
Esa rueda de prensa le perseguirá el resto de sus días. Quiso convencer a los ingenuos periodistas de que era capaz de cambiar de arriba abajo el Camp Nou, aunque no sepa realizar un fichaje como Dios manda dentro de los cauces de la legalidad. Y el tema menor se ha convertido en mayor. Algo muy gordo tiene que estar escondiendo cuando no encuentra más salida que la huída. Su decisión de abandonar el club para no mancharlo con el proceso judicial le honra. Le honra tanto como le deshonra haber cometido trampas en un negocio que lleva la firma del Barça.
¿De qué te reías, Sandrusco? ¿De los socios del Barça, quizá?
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