Carlos Muñiz
Cuando Carlo Ancelotti levanta una ceja, está mirando de reojo lo que pasa a su alrededor. El martes, cuando ordenó a Marcelo y Pepe que salieran del banquillo para calentarcon el fin de sustituir a Coentrao, estuvo muy pendiente de lo que sucedía en la línea de banda que utilizaban los dos jugadores para realizar los estiramientos.
Y lo que vio no le gustó. Vio a un Marcelo pasota, más pendiente de hablar con Pepe y de explicarle cosas entre risitas que de realizar los estiramamientos reglamentarios que minimizan el riesgo de lesiones. A Ancelotti no le gustó nada la actitud de Marcelo y optó por mandarle de nuevo al banquillo para poner en juego a Pepe, aunque eso significara variar su dibujo táctico resituando a Nacho en el lateral para dejar hueco a Pepe en el centro de la defensa.
A Marcelo, que ya se veía jugando, no le hizo ninguna gracia volver al banquillo, pero entendió que con Ancelotti no sirven las bromas. El técnico italiano exige a sus jugadores la misma seriedad que él emplea en su trabajo y Marcelo le defraudó, de ahí que haya paralizado la salida de Coentrao en el mercado de invierno y que esté buscando un lateral izquierdo en la Liga española (Moreno o Bernat) para generar con Marcelo una competencia que no acaba de tener con Coentrao.
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