Márquez se despedirá de acuerdo a su perfil de gran estrella, dándole la mano al hoy presidente Rosell que lo sacó del Mónaco hace siete años y de Guardiola, uno de sus más fervientes admiradores.
El Kaiser de Michoacán, el primer mexicano de la historia del Barça, ha sido la elegancia, la contundencia y el pase largo preciso. En ese tiempo ha jugado 250 partidos y lo ha ganado todo, pero su aportación más importante se percibe hoy después de haber sido pieza angular, junto con Deco, Ronaldinho y otros, de aquel equipo mágico que devolvió los títulos al Barça y rescató la ilusión y la autoestima al aficionado tras una larga travesía del desierto.
Márquez merece una salida con todos los honores y hay que desearle lo mejor en N.Y, donde le espera Henry, el divo que se despidió a la francesa