Fede Peris
El
Real Madrid es un líder frágil. Muy frágil. Va tirando, aprovechándose de las ayudas arbitrales, pero su juego no convence ni a sus propios aficionados, que ante el
Alavés, una vez más, fue silbado por la afición del
Bernabéu, que ve jugar al
Barça y entiende que su equipo no está a la altura de lo que se puede esperar de él.
El hecho de que el
Real Madrid no sea ni el equipo más goleador ni el menos goleado del campeonato, ya dice mucho del éxito del "
Efecto Zidane", que tiene más que ver con los beneficios que le proporcionan los errores arbitrales que del juego que es capaz de desplegar. Ante el
Alavés, la afición del Bernabéu dijo "¡Basta!" Silbó a
Gareth Bale, silbó a
Benzema y silbó a
Cristiano Ronaldo. Algo que en el Camp Nou no se conoce con sus estrellas.
Zidane se cava su tumba con la BBC
Mientras
Zidane se empecina en alinear a la
BBC confiriéndole un tratamiento de intocable, el público madridista pide oportunidades para
Isco, James, Morata o Lucas Vázquez. Gareth Bale, sin ir más lejos, perdió 16 balones ante el
Alavés. Pero
Zidane no se atrevió a sustituirle. Los medios no madrdistas han informado la semana pasada sobre cómo
Ancelotti se cavó su tumba dejando en el banquillo al jugador galés ante el enfado monumental del presidente
Pérez. Y
Zidane quiere tener la fiesta en paz y seguir manteniendo su relación de amistad con el presidente.
Tampoco
Cristiano Ronaldo está fino. Busca el gol con el ahínco de siempre, disfruta de oportunidades... pero las falla. Sus registros están muy por debajo de su promedio en sus siete primeros años como madridista. Pero es intocable. Como
Benzema, al que
Morata se lo come en los escasos minutos que el técnico francés le permite saltar al césped. Luego hay otros jugadores, como
Danilo o Keylor Navas, que tampoco cuentan con el beneplácito popular. Y el resultado final es que el juego del
Real Madrid aburre a su parroquia., que sólo disfruta con los destellos del "suplente"
Isco. Todo esto, cuando el equipo blanco se juega la Liga y la
Champions League (en la Copa no está), no permite vaticinar nada bueno del futuro madridista, siempre pendiente del comodín del árbitro para mantener una posición privilegiada y ficticia en la tabla.