El Bernabéu habitual demostró estar con Mourinho a las 21:20 y calentó el escenario. Ovación generalizada a favor del luso sólo contestada con algunos pitos, que sirvió para que el respetable se olvidara del frío soviético y de los malos tiempos y se centrase en la atemporalidad que supone un derbi madrileño. Nada tuvo que ver el ambiente de este sábado con el vivido hace tan sólo unos días contra el Alcoyano.
Tampoco se pareció el Madrid al del pasado martes. Ni al de la semana anterior contra el Betis. El Atlético volvió a servir de 'sparring' de un conjunto blanco que, cuando anda bien gana a los colchoneros por inercia y cuando no está fino se sirve de su vecino para coger moral. Los de Mourinho sabían que el encuentro suponía un ahora o nunca en lo psicológico y lo emocional de cara al resto del año. De haber perdido el peor de los desastres no habría sido el resultado, sino la onda expansiva y la repercusión del mismo.
Bastó más intensidad para que el equipo se pareciera a la apisonadora del año pasado. Más en el segundo tiempo que en el primero, aunque curiosamente en los 45 minutos iniciales el esfuerzo físico primó sobre el fútbol. Habría que señalar también que cuando Özil, Di María, Cristiano y Benzema se juntan en plenitud de condiciones no hay muralla que se les resista. Las estrellas del Madrid no habían sido las mismas del curso anterior hasta la fecha y de eso también se había resentido el plantel merengue.
El Atlético salió voluntarioso, dispuesto a plantear un intercambio de golpes, pero le duró poco. Falcao perdonó en los primeros minutos (o más bien fue Casillas el que evitó el gol) y ahí se terminó su bagaje en ataque. Aún en esos primeros instantes en los que nadie se atrevía a definir un dominador claro, Cristiano se encargó de poner las cosas en su sitio con un magistral lanzamiento de falta. Su gol en el 16' colocó el partido donde se terminó el anterior. La misma historia de siempre. Lanzó con potencia a la derecha de un Courtuois al que quizá volvió a quedarle grande el encuentro.
Lo que siguió fue un gran tramo de choques, golpes y faltas. Sobre todo a Cristiano, que recibió sendos "recados" de Gabi y Mario por detrás. Diego Costa ejerció de líder en lo "canchero" y por parte blanca fue Sergio Ramos el que se encargó de contestarle. Fútbol, poco, y el poco que hubo lo puso el Madrid. Benzema cumplió a rajatabla entre líneas y aún pudo ampliar distancias CR7 con sus misiles teledirigidos desde la frontal.
De cada al espectador y a la emoción, el segundo tiempo exigía algúna contestación del Atlético que no se resumiese en esfuerzo físico, pero lo que hubo fue un monólogo de un Real Madrid que, entonces sí, recordó lecciones de meses recientes y dejó bien claro que, ni está muerto, ni se ha olvidado de hacer las cosas bien. Los colchoneros duraron lo que les aguantó la gasolina y después se remitieron a achicar agua. Cada contraataque, cada combinación mortífera y veloz de los blancos terminaba en ocasión de peligro.
Si el choque no terminó en goleada fue porque los postes evitaron por dos veces el segundo de Cristiano (una de ellas, en otro excepcional lanzamiento de falta). Benzema se creció y Özil se hizo dueño y señor de la frontal del área del Atlético, marcando el segundo en el 66' tras un control en semifallo dentro del área pequeña y un buen remate de volea.
Tras el 2-0, el Atlético comprendió que la historia se había acabado. Terminó un nuevo derbi y todo sigue igual. O no, porque los colchoneros siguen a cinco puntos, lo cual sigue siendo noticia. Sin embargo, el partido puede suponer un punto de inflexión para ambos. Sobre todo para Mou y los suyos, que ahora tienen el cariño del madridismo y la noche de éxtasis que necesitaban en sus venas.
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