La intensidad y el alma del equipo es, a estas alturas de temporada y de la película, directamente proporcional a la de Cristiano Ronaldo sobre el campo. Eso explica tanto que en Pamplona Benzema hiciera el primer disparo a portería en el minuto 89 como que ante el Valencia, en el 1', el Madrid ya hubiera rozado el poste izquierdo de Guaita. ¿Adivinan quién? El portugués, de falta. Porque, segundos antes, había galopado hacia la portería ché con la adrenaliza que faltó, sin él, ante Osasuna.
Dejando clara la dependencia que tiene el Real Madrid de CR7 (quizá de su ambición y sus ganas, no siempre de sus goles), podemos decir que la cara que se le vio al Real Madrid fue la que mostrará, de aquí al final del año, en las Copas y las eliminatorias. Eso por descontado. La velocidad y la presión son otras, y eso provoca dinamismo y ocasiones. No demasiadas, tampoco exageremos. Está claro que al equipo le falta esa quinta marcha del pasado curso, pero le sigue bastando con una versión decente para ser más que los demás.
Antes del minuto 10, Benzema y sobre todo Modric pudieron hacer el primero. El fallo del croata en una definición franca que erró con un disparo demasiado ajustado a la izquierda de Guaita no se correspondió con su talento en este tipo de escenarios. Empieza a quedar claro para qué vale, de momento, el balcánico: Partidos en casa y bajo el calor de un entorno que le favorezca apoyos. Cristiano, Özil, Benzema, Xabi y Khedira en una propuesta de juego le hacen mejor que un campo de minas como el que afrontó en El Sadar.
Tampoco se amedrentó el Valencia, que sacó una alineación más que valiente, con tres delanteros y un plan de presión alta sobre los centrales blancos y Xabi Alonso. Banega y Tino Costa ejercieron de "cañoneros" de los chés, que gozaron de alguna ocasión inmejorable para marcar algún gol en el primer tiempo. La falta de tino y los puños de Casillas, especialmente en una ocasión a bocajarro de Jonas dentro del área, evitaron el lío.
Precisamente, justo después de que el ariete brasileño fallase la mejor ocasión del primer periodo, llegó el 1-0. Una contra de libro, de esas que eran habituales y mortales el año pasado, que empezó con una carrera y un pase adelantado de Essien, un primer toque definitivo de Khedira y una definición incisiva de Karim Benzema delante del portero. De un área a otra, tres toques. Verticalidad, picadura letal. Signos de identificación de un Madrid que debe volver para demostrar que el conjunto depredador de la temporada pasada sigue vivo.
Coentrao sustituyó a Marcelo al descanso para darle descanso al brasileño, que reapareció y acusó la falta de minutos, pero que aun así ofreció aire fresco para una castigada banda izquierda esta temporada. Tampoco desentonó el portugués. La izquierda fue de nuevo la banda por la que cargó el Madrid los ataques, con una derecha en la que Essien fue de menos a más.
El segundo tiempo ofreció más oportunidades para el Valencia de colocar algo de incertidumbre en la eliminatoria. Si no lo hizo fue por la pericia de Iker y también por la falta de acierto de Jonas, que no acertó a batir al guardameta en un par de acciones desafortunadas, por claras y difíciles de justificar.
Los chés, pese a ello, no fueron nunca claros dominadores de un partido en el que el Madrid siguió esperando pacientemente su oportunidad. Di María entró para aportar más velocidad que Modric, y fruto de una jugada que partió del argentino, Coentrao puso un esférico desde la izquierda que terminó en el fondo de la portería tras tocar en Guaita y Guardado. Cuando peor lo pasaba el Madrid, volvía a dar el zarpazo en la eliminatoria, demostrando que, quizá, la estrella y el destino sí están con los blancos en este escenario copero.
Los minutos finales desnudaron las carencias del Valencia en la construcción. El 2-0 desquició al equipo y provocó que se desordenara como no lo había hecho antes. En este nuevo panorama, Özil y Cristiano crecieron con espacios, y si el portugués no logró marcar fue porque a Guaita le entró complejo de Ángel de la Guarda. A todo esto, Valverde había terminado expulsado por protestar la acción del segundo tanto.
El resultado dará confianza de cara a la vuelta. Ahora toca visitar Mestalla dos veces seguidas, en dos envites que tienen presentaciones distintas y, por ello, presentarán dos partidos diferentes. Pero quizá jugar contra este tipo de rivales exigentes es lo que un equipo sin la chispa, la ambición y la velocidad mental y física del año pasado necesita. Porque, aún sin Cristiano, debe recuperarla.
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