Fede Peris
Aunque a la prensa cavernaria madrileña y madridista se le llene la boca denunciando que Leo Messi es el causante directo de la renuncia de Luis Enrique a seguir en el Barça, afirmando textualmente que fue Leo quien pidió a Bartomeu la cabeza de Luis Enrique, lo cierto es que el crack argentino no ha movido un dedo en tal sentido. Incluso le sabe mal que Luis Enrique no siga al frente del equipo.
La bronca de Anoeta
Leo Messi tuvo su momento de tensión con Luis Enrique. Fue en su primera temporada, cuando el técnico asturiano aterrizó en el Camp Nou dispuesto a cambiarlo todo autoproclamándose "líder único" del vestuario. Sus primeros meses coincidieron con innovaciones tácticas y decisiones, como la de dejar al propio Messi y Neymar en el banquillo, que no gustaron nada al argentino. El punto álgido del desencuentro se produjo en Anoeta, cuando Luis Enrique decidió prescindir de Messi y Neymar, que acaban de llegar de jugar con sus selecciones. Ese día, en el vestuario de Anoeta -el Barça perdió el partido-, se produjo una bronca monumental entre ambos, con el resto de la plantilla como testigo. La discusión acabó con un apretón de manos tras el acuerdo de que Luis Enrique rebajaría sus humos como técnico mientras los jugadores se comprometían a protagonizar una reacción inmediata en su juego y en los resultados.
La reacción fue tan espectacular que de tener la Liga perdida, el Barça acabó ganándolo todo: el triplete. Desde entonces, las relaciones entre ambos no son de amistad, pero sí de cordialidad y de absoluto entendimiento. A partir de ese momento, Luis Enrique ya no se ha atrevido a "castigar" con el banquillo a los cracks. Ni siquiera a sustituirlos -lo de ayer fue una excepción-, y el técnico no ha dudado ni un momento en repetir, repetir y repetir en sus ruedas de prensa su convicción de que Messi es el mejor jugador de la historia, regalándole así los oídos al argentino.
Messi no quiere problemas
A Messi no le gustan los problemas y con Luis Enrique había llegado a una relación fluida. Después de tres años, Luis Enrique es consciente del peso que tiene Messi en el equipo y ha organizado toda su estrategia con el fin de sacar de él el máximo rendimiento. Y no le ha ido mal: ocho títulos sobre diez posibles. Mientras tanto, Messi ha jugado feliz, sabiendo que el equipo gira en torno a él y convencido de que sus compañeros se mueven de acuerdo a sus necesidades. Está en un equipo hecho a su medida, un argumento decisivo para su decisión de renovar su contrato con el club.
La marcha de Luis Enrique no ha sido bien recibida por Messi, que ahora deberá recibir a un entrenador nuevo, que vendrá con sus ideas y al que habrá que convencer de las costumbres del vestuario del Camp Nou. Y eso supondrá un problema para Messi, que piensa que más vale malo conocido que bueno por conocer. Es imposible entender una mala relación entre Messi y Luis Enrique analizando el rendimiento que ha ofrecido la estrella argentina en los años que el técnico asturiano ha estado al frente del FC Barcelona. Si Messi hubiera querido cargarse a Luis Enrique, hace tiempo que el técnico estaría en la calle. Y es que a Messi se le intenta dar en el vestuario un protagonismo que no tiene. Una cosa es que sobre el césped sea el incuestionable número uno y otra muy diferente que tenga mando en plaza entre sus compañeros. Otros le llevan la delantera. En esas cuatro paredes Messi sólo es uno más.
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