Louis Van Gaal, que le conocía bien porque ya de chavalín le mordió en la mano cuando no era más que una promesa del Barça, le abrió las puertas del Manchester United y le sacó del fango cuando, huyendo de los "malos tratos" de Bartomeu, aterrizó en Mónaco. Allí le dieron una patada en el culo. No iban a pagarle una millonada cuando no era capaz de pasar la revisión médica.
Valdés se fue del Barça molesto. Peleado con el mundo mundial. Ni siquiera quiso escuchar la oferta económica de Bartomeu. Estaba harto del Barça y quería irse. Y se fue sin despedirse. Con una zafia carta que alguien le escribió. Deseaba experimentar nuevas culturas. Y en Manchester ha descubierto la cultura del banquillo. Y la cultura de la intransigencia cuando se pretende ir de divo sin más galones que los que corresponden a un suplente.
Van Gaal le tendió la mano para que pudiera volver a ser portero cuando todos huían de él como si se tratara de un apestado. Van Gaal ya le sufrió en el Barça cuando después de una goleada en Newcastle le envió al filial para alejarle de los focos acusadores, evitar que se quemara y salvar su progresión. Él no lo entendió así. Se declaró en rebeldía, despareció durante 48 horas y se negó a volver al filial en una reacción muy suya.
A pesar de ese precedente, Van Gaal confió en él muchos años después. Quizá sabiendo que David De Gea no le iba a durar mucho. Pensó que él podría ser un buen portero para el Manchester United. Pero le ha vuelto a fallar con el mismo pecado. No aprende. Y, despechado, pide respeto. El respeto que no ha tenido él hacia su benefactor. El respecto que no ha mostrado hacia el club que ha practicado con él la caridad. El respeto que no tuvo hacia el Barça largándose con nocturnidad, alevosía y cobardía por la puerta de atrás.
Víctor Valdés pudo haber pasado a la historia del Barça como una leyenda. Pero no ha querido. Será recordado como el portero que pasó por ahí en una de las mejores etapas de la historia del Barça. Pensó que largándose le hacía una jugada a su club de toda la vida. Pensó que su marcha desencadenaría una crisis traumática en una entidad acostumbrada a las guerras civiles. Pero se fue y no pasó nada. El club fichó a dos "porterillos" muy lejos del glamour que él representaba. Y, además, baratitos. Y con sus dos sustitutos ha llegado otro triplete y puede caer otro sextete. Y mientras eso ocurre, con él en la distancia, nadie se acuerda ya de él.
Bueno, nadie no. Bartomeu sí. Bartomeu contactó con él y le dijo que le sabía muy mal que no hubiera podido despedirse de la afición del Barça a lo grande, como Xavi. Y le ofreció la posibilidad de acercarse por el Gamper para recibir el reconocimiento general de quien durante tantos años fue la afición que le veneró. Pero Valdés, el que pide respeto, consideró que no merecía la pena respetar a la afición del Barça. Quizá entendió que eso para él ya era agua pasada.
Que le vaya bonito en el futuro. Ahora parece que su sueño es jugar en el Valencia, aunque no está claro que fiche por el club ché porque ha pedido una millonada. Estaba incómodo en el Barça y ha preferido dar tumbos por ahí recibiendo rebotes. En Mónaco y en Manchester. Algún día entenderá lo equivocado que estaba cuando decidió dejar tirado al Barça. Seguramente lo entenderá cuando deje de ser un divo. A lo mejor ya lo ha entendido. Pero ya es tarde. Otros ocupan su lugar y nadie le echa de menos. Prefirió conocer otras culturas y ahora está a punto de descubrir la cultura valenciana... como suplente de Diego Alves. Así es la vida. Incluso para los que tiempo atrás fueron considerados cracks.
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