La acción aislada de una espectadora, haciéndole a un jugador del equipo rival el gesto del mono, ha sido suficiente para que el Comité de Competición cierre el campo del Llagostera. En el Bernabéu se producen situaciones parecidas, y no como gestos aislados, y nadie en España se atreve a meter mano al club de Florentino. Siempre quedará la UEFA, que ha decidido cerrar un sector de la grada del Bernabéu desde donde se profirieron cánticos racistas contra un jugador del Bayern Múnich en el ultimo enfrentamiento del equipo alemán con el Real Madrid en el Bernabéu. Pero en España no se atreven.
Ni con el racismo del Bernabéu ni con la tolerancia que allí existe hacia símbolos nazis, esvásticas y banderas españolas preconstitucionales. Así funciona la justicia en el fútbol español, con dos varas de medir. Una para el Real Madrid, la suave, y otra para los demás, la contundente.
El primer partido de Liga en el Bernabéu anoche sirvió para confirmar el complejo de barcelonitis que sufre la afición madridista. Sin venir a cuento y sin estar el Barça presente, los aficionados blancos dedicaron diversos cánticos insultantes al club blaugrana, algo que jamás sucede en el Camp Nou con el Real Madrid cuando éste no está presente. El hecho, por habitual, ya no sorprende. Que se insulte al Barcelona y a los catalanes en todos los partidos del Bernabéu es algo normal, forma parte del paisaje del coliseo blanco. No es noticia. Pura anécdota. Y simpática, además.
Y a nadie se le ocurrirá poner fin a estas demostraciones de mala educación e incivismo. La Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte, no tiene tiempo para ocuparse de lo que sucede en el Bernabéu. Ya están suficientemente entretenidos amargándole la existencia a un club modesto, el Llagostera, por un hecho aislado de una espectadora. Al Llagostera le cae el peso de la ley con toda la severidad. Cuando se trata de juzgar al Real Madrid miran hacia otro lado.