No puede decirse que fuese un buen encuentro de los blancos. La táctica de esperar y "picar" en el momento justo es muy tentadora para conjuntos poderosos, aquellos a los que apenas les hace falta acechar para morder. El Madrid es uno de ellos. Sin embargo, cuando esa paciencia, por momentos rancia, se transforma en apatía y sopor, se corre el riesgo de acabar naufragando. A punto estuvieron de hacerlo los de Mourinho en una noche de las que hacen costra sobre el césped, convertido éste en una pesada losa a costa de la intensa lluvia.
El Celta empezó nervioso y con cautela, y se fue animando a medida que vio poco exigida su zaga. Al final del primer tiempo, se creció por momentos. Esbozó lo que sería el principio del segundo tiempo con acercamientos levemente peligrosos, desperdiciados en su gran mayoría por el coreano Park. Costó ver al asiático conectar con el balón con acierto. Cuando no fue un control fallido dentro del área, fue un remate franco que se marchó desviado.
Aun así, la mayor parte de la ansiedad creada por los gallegos a la zaga madridista, que alguna hubo, llegó a base de saques de esquina y alguna acción voluntariosa de Iago Aspas. El Real Madrid, dentro de su posición de acechamiento, inquietó mínimamente a Sergio con un disparo de Di María en el primer minuto y más con un zambombazo de Cristiano. Las alas tuvieron que esforzarse algo más después de que Benzema se marchara a la caseta a los 30 minutos aquejado de molestias en un tobillo. Su recaída, de confirmarse, sería todavía peor noticia que el resultado.
En su lugar entró Callejón, al que nunca se le vio cómodo sobre el césped, más allá de aportar las ganas de siempre. Modric y Essien nunca fueron autoritarios en la medular y Xabi desaparecía por momentos. Es verdad que el estado del terreno de juego nunca ayudó, pero no son excusas suficientes para un cuadro que debió exhibir más.
El segundo acto tornó en aburrimiento. Mourinho lanzó un mensaje de calma al sustituir a Di María por Özil y sin delantero centro nato el Madrid siguió intentando alargar las posesiones para mantener el empate y rascar el gol por inercia. A todo esto, el colegiado ya había dejado alguna huella de su falta de visión por ambas partes. Fue entonces cuando un centro al área visitante terminó con un remate de Bermejo dentro de la red de Adán. El problema no fue su posición, legal, sino el hecho de que antes de llegar a él, el esférico pasó por delante de Park, que sí estaba en fuera de juego y se hizo el sueco. La defensa blanca ya había levantado el brazo. La jugada fue muy parecida a la de Sergio Ramos en Valladolid, con una diferencia: Aquí sí se concedió el gol. En Zorrilla no.
El tanto provocó el inevitable cambio de papeles. El Celta acusó el esfuerzo físico y optó por recular, avanzando los blancos muchos metros hacia delante pero con el mismo problema de juego, azuzado encima por las prisas. En la jugada siguiente al gol se pidió penalti a Callejón. Pudo haberse pitado. Después, Bermejo debió ver la roja por agredir a Varane. Y la grada se sumó clamando la expulsión de Cristiano por una falta algo a destiempo. Lo curioso era ver al equipo que iba ganando más nervioso que el contrario. Y en estas, Pepe y Callejón cometieron la torpeza de la noche. Fallo de entendimiento en un saque de banda, regalo del portugués al Celta en la frontal, y cañonazo de Bustos. El 2-0 ya no era un marcador asumible para la vuelta.
Los minutos finales reflejaron la dureza de una noche que no pasará a la memoria del madridismo por bella, con Varane cojo y molestando de delantero centro. Sólo se jugó en el campo del Celta tras el segundo tanto y Cristiano, uno de los pocos a los cuales les basta voluntad para destacar, sacó el repertorio de misilazos. Sergio entró en escena con los puños por delante y también le sacó un par de buenos remates a Modric. Y en estas, Xabi, mucho más cerca del área en el segundo acto, comprendió que era mejor bombear balones que sacar las ametralladoras. Uno de sus esféricos elípticos acabó en las botas de Cristiano, que sólo delante del guardameta, puso el gol de la tranquilidad en el electrónico.
Un 2-1 hace que llueva menos. La vuelta en el Bernabéu y un hipotético pase harán que se olvide este partido, pero no conviene marcharse sin hacer autocrítica. Se sigue esperando que el equipo conecte varios choques seguidos practicando un buen fútbol. Si la leyenda del tono físico es cierta, empezaremos a verlo a partir de marzo.
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