Para nadie es un secreto que la plantilla del FC Barcelona es corta, muy corta. Ni los más viejos del lugar recuerdan una plantilla de 19 futbolistas, de los que sólo 17 son jugadores de campo. Ha sido una imposición de Guardiola, que ha preferido pocos y conocidos que muchos y desconocidos. Para él es prioritario el equilibrio y la armonía del vestuario y ha preferido sufrir las consecuencias de una plantilla corta, echando mano de la cantera si es necesario, que sufrir los ataques de vedettismo de cualquier crack que podría haberse incorporado.
Así, pues, Guardiola tendrá que apañarse con lo que tiene, que es un once titular excepcional y un banquillo muy justito que le obligará a renunciar al arte de Andrés Iniesta en el centro del campo para condenarle a jugar pegado en la banda, función que en el pasado ya ha demostrado que sabe cumplir a la perfección.
Iniesta es un excelente extremo, pero también es un centrocampista único capaz de inventar con su magia futbolística jugadas para que las finalicen los delanteros. El caso de Iniesta, que es consciente de que pegado a la banda pierde buena parte de su calidad creativa, recuerda al de Rivaldo, aquel futbolista brasileño que se rebeló ante Van Gaal por negarse a jugar de extremo. Los tiempos cambian. Ahora una provocación de ese tipo no gozaría de soporte y comprensión mediática.
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