La medida estaba pensada para abaratar la contratación de científicos e investigadores, pero los grandes beneficiados han sido los clubs, que han podido competir con sus rivales europeos con una ventaja evidente.
La cuestión es que la ley fue derogada ante la alarma social generada y todos los contratos firmados a partir del 1 de enero de 2010 por un montante superior a 600.000 euros anuales para el futbolista quedaban sujetos a la ley y pasaban del 24% de retención al 43%. No es el caso de Ibra, que se beneficia de una firma anterior y, por tanto, obtiene una evidente ventaja fiscal frente a los contratos recientes firmados por los futbolistas extranjeros en España, ventaja que no disfrutaría en Italia y que obligaría al Milan a hacer un esfuerzo que no entra dentro de sus posibilidades, de ahí que mañana Galliani le planteará a Rosell compartir el coste de la ficha del sueco el año que viene.
Ibra cobra ahora mismo 12 millones brutos, que le quedan aproximadamente en 9 netos. Si el Barça lo cede al Milan y regresa el año próximo, el club blaugrana debería pagarle alrededor de 15,5 millones anuales para mantenerle la ficha de 9 millones netos, dado que entonces debería adaptarse a la nueva normativa. Este detalle, de suma importancia, es el que impide que Hleb o Cáceres acepten cambiar de aires. En su caso supondría, con toda seguridad, una pérdida económica.
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