¿Pegada? ¿Qué pegada? ¿Cristiano? ¿Quién es ese? ¿El Madrid? ¿Qué es eso? Nos han tenido engañados. Seguramente el Madrid es el segundo equipo de la liga española, pero quien no es capaz de estar entre los ocho mejores de Europa no puede aspirar a ser el mejor de España. Anoche el Bernabéu asistió al desenmascaramiento de una farsa. Quedó demostrado que este Madrid, pese a los 300 millones invertidos, no está todavía a la altura del Barça. Harán falta más millones, muchos más, para tratar de formar un equipo competitivo capaz de luchar por la liga española y por hazañas en Europa. Pero a día de hoy eso no es posible y el Madrid, otra vez, acabará la temporada en blanco. Habrá quien no vea en ello un fracaso. Pero 300 millones de inversión son demasiados para no obtener nada a cambio y rendirse ante el Barça cediéndole además tu casa para que se regodee ganando la Liga y quién sabe si también la Champions League.
El Barça fue al Bernabéu a hacer lo justo para ganar y ganó. Sin excederse. No necesitó de gestas memorables. Escondió la pelota, como siempre. Y ganó como siempre. El equipo de la pegada volvió a demostrar que sólo se atreve a mostrar su poderío con los débiles. Y el Barça fue demasiado equipo para plantarle cara.
Cristiano Ronaldo, ese a quienes sus fieles admiradores se atrevieron a comparar con Messi, protagonizó otra patética representación. Quedó desnudo ante el Barça y sus biceps no impresionaron a nadie. Se le vio como en él ya es habitual en las grandes ocasiones, o sea, nefasto. Como en la final de la Champions, como en el Camp Nou, como ante el Lyon. A este chico le vienen grandes los choques trascendentales. Y cuando uno se gasta 94 millones en un futbolista, es legítimo exigir algo más de lo que dio anoche Cristiano Ronaldo. Messi, que no le costó un euro al Barça, resolvió el partido, como en tantas y tantas ocasiones. Y eso es lo menos que podía esperarse de Cristiano Ronaldo. Pero el portugués no está para tantas exigencias. No es culpa suya. No fue él quien fijó el precio. Pero seguro que Florentino, en sus negocios particulares, no pagaría 94 millones por una máquina oxidada que sólo le servirá para llevarle a la ruina. Ni velocidad, ni desborde, ni pegada. ¿A quién quieren engañar con este chico? No es que no esté al nivel de Messi, es que ya no tiene argumentos para volver al podio de los grandes premios. Muy bueno en la rueda de prensa considerándose más alto y más ancho que Messi. Decepcionante desarrollando el trabajo por el que le pagan.
Y eso que Mejuto, ese árbitro a quien el villarato designó para echarle una manita al Madrid, se entregó a fondo. Y no defraudó a quienes le nominaron. Pero Mejuto solo no pudo con el Barça. Hacía falta algo más. Y el Madrid no lo puso. Ramos, Albiol y Gago no debieron acabar el partido. Mejuto se alineó con ellos. Pero ni así fue capaz de ganar el Madrid, que se topó con un Valdés que dejó claro, por si alguno todavía tenía dudas, que como mínimo no es peor que un Casillas que empieza ya a acostumbrarse a salir con el rabo entre las piernas cada vez que se enfrenta al Barça en el Bernabéu.
Messi anotó su gol número 27 mientras Cristiano Ronaldo se arreglaba el flequillo e intentaba absurdas bicicletas en el centro del campo pensando más en la claca femenina que en el bien de su equipo. Es el problema del Madrid. Cada uno va a la suya. Y es que eso no es un equipo. Es una colección de cromos. De hecho, el Madrid es simplemente lo que sus gestores quieren que sea, una pasarela de figuras. Por tanto, que no se rasgue nadie ahora las vestiduras. El Barça juega a otra cosa. Uno para todos y todos para uno. Por eso Messi es Dios en el Barça y un triste pecador con Argentina. Es lo que diferencia a un equipo hecho y derecho de una banda de futbolistas. Por eso Cristiano es hoy un simple cristiano condenado a arrodillarse ante Dios.
Y eso que no jugó Ibrahimovic, el que decidió el clásico en el Camp Nou. De todas formas, los culés respiraron tranquilos cuando vieron que Pellegrini cambiaba a Higuaín por el galáctico Benzema, lo cual no deja de ser sintomático. La culerada respira cuando el costoso y millonario Benzema capitanea el ataque madridista. Algo se ha hecho mal en la Casa Blanca.
Y el final, penoso. El Madrid del virtuoso Valdano repartiendo garrotazos como único argumento para contrarrestar el juego del Barça. ¡Qué triste!
Por la tarde, repaso en baloncesto. Por la noche, ajuste de cuentas en fútbol. Sin penaltíes, sin goles anulados. Que nadie vuelva a recurrir a la absurda sandez del villarato. Ya no engañan a nadie. La superioridad del Barça sobre los demás no se apoya en los árbitros. Y la prueba es que el Barça ganó en el Bernabéu con Mejuto arbitrando, ese con el que el Madrid siempre gana y el Barça siempre pierde. Después de superar esa prueba, habrá que convenir que el Barça es el justo campeón de Liga.
Nos tenían engañados en Madrid. Habíamos llegado a creer que el Barça tenía rival en esta liga, pero no. El fútbol lo juegan los equipos y el campeón siempre es un equipo. El Madrid, lamentablemente, no es todavía no un equipo. Démosle tiempo y una idea: con jugadores de casa, baratitos, también se puede fabricar equipos ganadores.
Felicidades, campeón.
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